miércoles, 5 de febrero de 2014

El armario hablador


Los muebles de la casa de Doña Patrocinio (la que vive en el 2º izquierda) son pesados y viven llevándose mal entre ellos debido a la disparidad de estilos y épocas. Lo mismo convive una sillería Luis XV con un aparador de mesón, que una mesa tirolesa con una descalzadora tapizada en eskay. En la vitrina del aparador se exhibe un juego de café de La Cartuja de Sevilla con el azucarero sin tapa y unas copas de licor colocadas al lado de una botella de Marie Brizar.
El mueble más cuidado de la casa es un armario hondo con espejo que heredó doña Patrocinio de un tío canónigo. El armario había estado más de cien años en la sacristía de la iglesia del Carmen y dice la leyenda que si te metes dentro siendo un alma en Gracia de Dios y dices: “Ave María Purísima”, te contesta: “Sin pecado concebida”. Por el contrario; si te metes dentro y en pecado, las puertas se cerrarán y nada podrá librarte de una muerte por asfixia.
En casa de doña Patrocinio hoy huele a coliflor y a Sidol porque es el día en que Patrito suele abrillantar los metales. Patrito se protege las manos con unos guantes de algodón y todavía lleva puesta la bata sobre el camisón de franela. Una bata vieja pero limpísima, sin una mota. Lleva el cabello protegido por un pañuelo y el escaso pecho por un delantal, sujeto a la bata con imperdibles.
Doña Patrocinio, sentada junto al aparato de radio escucha el serial de “Matilde, Perico y Periquín” mientras Micifuz, el gato, duerme hecho un ovillo sobre su regazo.
En la calle, Marisol Centeno (la vecina del nº 12) se asoma en el portal al pequeño tabuco de Amparito, que anda afanada sobre el vaso cogiendo puntos a las medias, y le cuenta la historia del armario hablador.
-¡Oiga, pues no tiene nada de particular! Yo tengo una cisterna en el wáter de mi casa que suena igual que la música de Haendel.
-No me diga usted más, eso es mucho mejor que lo del armario de Dña. Patrocinio.
-Y más fino, sobre todo más fino. Dónde va a parar.


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