viernes, 7 de marzo de 2014

Don Jacinto en el casino

DON JACINTO EN EL CASINO

La puerta del primero izquierda se abre cada tarde a las cinco para dar paso a don Jacinto que acude a la tertulia del casino. Antes de poner pie en la calle se santigua y recoloca el pañuelo en el bolsillo superior de la americana. Don Jacinto siempre sale de casa hecho un brazo de mar y acompañado de su bastoncito que, más que servirle de apoyo, lo usa para aparentar un donjuanismo de zarzuela a la que es tan aficionado.

Don Jacinto, como ganó en su día “La flor natural” con su poesía a la Virgen de la Peña, se las da de orador y, en cuanto don Marcelino le da pie en la tertulia quejándose sobre la falta de moral de este país nuestro, don Jacinto arrea con un encendido discurso que le dilata las aletas de la nariz y le eriza los pelos del cogote: “La sociedad que ahora se estila, solamente proclama oradores a la turbamulta de charlatanes sacamuelas que, despotricando por doquier chaparradas de disparates, expectoran sin vergüenza suciedades contra la moral, blasfemando contra la religión, infamando los altares, atacando las instituciones venerandas y calumniando contra todo lo santo, contra todo lo justo, contra todo lo bueno que la patria encierra. ¡Pobre Europa y pobre España!”

Don Jacinto hoy está muy subido porque ayer triunfó con “la Cañailla”, una puta de Sanlúcar de Barrameda que pasa consulta en Bilbao, en un burdel de la calle de las Cortes. Don Jacinto permite que “la Cañailla” le llame por su mote: “Solfeo” y, sin embargo él la llama a ella por su nombre de pila: Carmen.

Don Jacinto, de haber vivido unos años más, quizá se hubiera casado con Carmen. Los tiempos cambiaron mucho y en el casino, Germán, el hojalatero afiliado a la UGT, canta a grito pelado: “Calahorra ya no es Calahoraaaa, que parece Guasintoooon, tiene obispo y to la hostiaaaaa, casa putas y frontóooon”

-Vaya. ¡Menos mal que se murió antes!
-¡Y usted que lo diga!

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