Camino del colegio los lápices despuntados
suenan dentro del plumier de dos pisos. Un plumier de madera con un
dibujo en la tapa corredera de la ratita presumida.
Salgo de casa con el uniforme planchado y el pelo tan estirado
que voy a terminar teniendo cara de china. La camiseta me pica un
horror y la faja intex se me enrolla en la cintura. La faja en mi casa
es obligatoria y tiene la finalidad de abrigar lo que mi abuela llama
“la caja del cuerpo”. Según ella, si llevas esa parte resguardada puedes
ir con lo demás al aire sin peligro de catarros. Esto, en mi caso, está
comprobado empíricamente que no funciona porque yo me los pillo
mortales. En inviernos de fríos intensos y grandes nevadas y hasta que
se inventaron lo leotardos, fuimos al colegio con calcetines y las
piernas desnudas.
Entramos al colegio a través de una puerta
verde metálica que se abre a un patio grande en el que hacemos la
gimnasia, jugamos al baloncesto, al truquemé, al rescate, a la goma… A
la izquierda del patio y subiendo dos escalones aparece una pequeña zona
arbolada con un estanque. En su centro se yergue una figura de María
Inmaculada y a sus pies, entre trozos de pan, hojas secas y algún
envoltorio de caramelo, nadan peces anaranjados.
De abrir la
puerta principal, ayudar en tareas del comedor y hacer recados se
encarga Consuelito, una niña de las que estudian con beca. Consuelito
tiene prohibido llevar uniforme para que no la confundan con “las de
pago”. Consuelito es una niña listísima que saca las mejores
calificaciones. Escribe con una letra muy pequeña y aprovecha toda la
superficie del papel, incluso los márgenes. Ella no pone el punto sobre
la i con forma de circulito, ella lo pone normal y corriente.
Consuelito ha llegado a ser una gran cirujana cardiovascular en el
hospital Clínico San Carlos de Madrid. Es discreta y eficaz, no alardea,
y su función principal es la de reforzar los graves. Consuelito es como
el contrabajo en la orquesta.
Consuelito repara corazones de otros porque conoce en carne propia el sentimiento de tenerlo roto.
Consuelito sin embargo no ha tenido que reparárselo a ninguna de las
monjas del colegio. Será porque ellas son paces de vivir sin él, como
las medusas, los gusanos y los alienígenas.
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