lunes, 3 de marzo de 2014

La primavera

La primavera llega de repente, la sientes en el aire y en la sangre como un mensaje de vida renovada. Las chiribitas manchan de blanco las praderas verdes y el diente de león asoma en las cunetas. En las tapias florecen las glicinias y los caracoles empiezan a asomar trás el invierno. Los mejores se cogen en abril, porque, como dice el refrán: los caracoles de abril, para mí; los de mayo para mi amo, y los de junio para ninguno.

-Dile a tu madre que le traeré los primeros, hoy llevo escarolas muy tiernas criadas en mi venajo.
-Mamá: dice el señor Ramiro que lleva escarolas.
-Que deje dos y le dices a Luci que le dé lo corriente y los vestidos tuyos que he dejado en la cocina.
"Lo corriente" son los dos huevos y la peseta. Los vestidos, son los que ya no disponen de dobladillo que sacar debido a mi crecimiento constante. Ramiro, da las gracias y pasa sin llamar por la puerta de doña Patrocinio porque ella tiene otro pobre distinto.

El uniforme del colegio me queda corto y exhibo mis rodillas llenas de postillas que me arranco y se superponen a nuevas caídas y desconchones. Yo me caigo una barbaridad. Es un rasgo de mi personalidad, como la estatura o el color verde de los ojos. La lazada de la chalina me asoma por el cogote, los pelos han escapado de la coleta al pegarme con Conchitin y los calcetines me los han comido los ratones (eso dice mi abuela cuando los llevo más dentro del zapato, que fuera). Traigo un chichón en la frente porque me he tragado una farola por andar evitando pisar raya.

Mi madre me atiza una torta nada más verme y después me aprieta el chichón con una moneda para que me baje la hinchazón.
-Cualquier día, si no te matas tú sola, te mataré yo.

Al final no cumple nunca su amenaza; por pena y por lo que diría la gente, que en este pueblo es muy dada a criticar.

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