lunes, 3 de marzo de 2014

Las cigüeñas


 Por San Blas volvían a sus nidos las cigüeñas y si permanecían vacíos era augurio de nieves y mal año de campos y cosechas. Yo las veía sobre el tejado del casino y sentía una alegría mansa que confirmaba mi lugar en el mundo, que las cosas eran como debían ser: repetidas, fiables. Y pedía en silencio que no faltaran nunca a aquella cita que traía en sus alas vientos de primavera que templaban el aire y habrían las ventanas a la vida.

Luci se asoma a mi lado en el mirador y sacude el trapo del polvo.
-He pedido a la cigüeña que me traiga un hermanito.
-¡Estás tu fresca! ¿Cómo te va a traer un hermano, si tu madre es viuda?
-Pues trayéndomelo, ¡mira ésta!
-A tí lo que te va a traer es un correquetecagasyunalevita.
Luci utilizaba esa retahíla cada vez que pedías algo.

Yo me enteré tarde de todo: del misterio de la maternidad, de que los Reyes Magos eran los padres, que donde cantábamos "pomporrutas imperiales" era "voy por rutas imperiales" y que mi madre no estaba internada en el hospital, sino en el cementerio. No recuerdo cuántos días me lo ocultaron, sé que antes encontré en un cajón del buró, unas cintas negras y doradas. Una de ellas decía "recuerdo de sus hijas". Y así lo supe. Y desde entonces no volví a esperar el regreso de las cigüeñas.

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