miércoles, 2 de abril de 2014

El vendedor de hielo

Me han comprado unos zapatos "Gorila" porque me ha crecido el pié de repente. Yo crezco así: me pongo mala con fiebre y se me estira el cuerpo. Mi madre se pasa la vida sacando los bajos a mis faldas y quitando las marcas con la plancha y un trapo empapado en vinagre.
En mi casa se gasta mucho vinagre: para escabechar pimientos, guindillas, zanahorias, manojitos de pella, codornices... Los encurtidos se guardan en pequeñas tinajas de barro en la zona baja de la despensa mientras del techo cuelgan tiras grandes de costillas adobadas, tocino, chorizos y ristras de pimientos secos. En las baldas abundan los frascos de confitura de higos, las conservas caseras de tomate y las medias libras de chocolate "La Campana" para las meriendas.
Los sábados, la tienda de coloniales está llena de las personas que bajan de los pueblos a hacer la compra para la semana. Al ser Cuaresma, la guillotina de cortar el bacalao no para.
Algunos sábados o domingos, mi abuela prepara ensaladilla rusa y hoy Luci ha bajado a la tienda con un tazón de loza para que le pongan migas de bonito a granel.
Como la abuela sigue mal del estómago me manda a la farmacia a comprar yogures, olvido los cascos y debo subir otra vez a recogerlos porque si no, me los cobran. En la farmacia, el mancebo está despachando un paquete grande de algodón. El algodón viene enroscado sobre una tira larga de papel azul. En la rebotica, doña Hortensia lleva el libro de pedidos con fórmulas magistrales y me mira por encima de las gafas.
-Diles en tu casa que metan el yogur en la nevera.
...
El vendedor de hielo vocea su mercancía en la plaza de la Cruz y Luci le encarga media barra que él sube a mi casa cargada en el hombro y protegida por un saco. Luci paga con dos reales sacados del portamonedas.
-¡Ay, Fermín, tienes la mano helada!
-Déjame que te la meta en el escote y verás lo calentita que se me pone. (Le guiña un ojo a Luci que lo despide de un empujón).
Jacinto, el novio de la Luci, en cuanto le echó la vista encima a Fermín, le metió la mano en la cara y le saltó dos dientes.
...
-Pues vaya como le han dejado a usted la boca. Está usted hecho una lástima.
-Es que la profesión de vendedor de hielo es muy peligrosa, casi más que la de trapecista o domador de fieras corrupias.
-Pues haberse dedicado usted a escardar cebollinos.
-Y usted a mamarla, tío mierda.

No sigo porque acabaron en la Casa de Socorro y hubo que dar parte en el Cuartelillo de la Guardia Civil. Desde entonces a Fermín le dicen "El mellao".
Y todo por cuatro yogures.

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