Me han comprado
unos zapatos "Gorila" porque me ha crecido el pié de repente. Yo crezco
así: me pongo mala con fiebre y se me estira el cuerpo. Mi madre se pasa
la vida sacando los bajos a mis faldas y quitando las marcas con la plancha y un trapo empapado en vinagre.
En mi casa se gasta mucho vinagre: para escabechar pimientos,
guindillas, zanahorias, manojitos de pella, codornices... Los encurtidos
se guardan en pequeñas tinajas de barro en la zona baja de la despensa
mientras del techo cuelgan tiras grandes de costillas adobadas, tocino,
chorizos y ristras de pimientos secos. En las baldas abundan los
frascos de confitura de higos, las conservas caseras de tomate y las
medias libras de chocolate "La Campana" para las meriendas.
Los
sábados, la tienda de coloniales está llena de las personas que bajan de
los pueblos a hacer la compra para la semana. Al ser Cuaresma, la
guillotina de cortar el bacalao no para.
Algunos sábados o domingos,
mi abuela prepara ensaladilla rusa y hoy Luci ha bajado a la tienda con
un tazón de loza para que le pongan migas de bonito a granel.
Como
la abuela sigue mal del estómago me manda a la farmacia a comprar
yogures, olvido los cascos y debo subir otra vez a recogerlos porque si
no, me los cobran. En la farmacia, el mancebo está despachando un
paquete grande de algodón. El algodón viene enroscado sobre una tira
larga de papel azul. En la rebotica, doña Hortensia lleva el libro de
pedidos con fórmulas magistrales y me mira por encima de las gafas.
-Diles en tu casa que metan el yogur en la nevera.
...
El vendedor de hielo vocea su mercancía en la plaza de la Cruz y Luci
le encarga media barra que él sube a mi casa cargada en el hombro y
protegida por un saco. Luci paga con dos reales sacados del
portamonedas.
-¡Ay, Fermín, tienes la mano helada!
-Déjame que te la meta en el escote y verás lo calentita que se me pone. (Le guiña un ojo a Luci que lo despide de un empujón).
Jacinto, el novio de la Luci, en cuanto le echó la vista encima a Fermín, le metió la mano en la cara y le saltó dos dientes.
...
-Pues vaya como le han dejado a usted la boca. Está usted hecho una lástima.
-Es que la profesión de vendedor de hielo es muy peligrosa, casi más que la de trapecista o domador de fieras corrupias.
-Pues haberse dedicado usted a escardar cebollinos.
-Y usted a mamarla, tío mierda.
No sigo porque acabaron en la Casa de Socorro y hubo que dar parte en
el Cuartelillo de la Guardia Civil. Desde entonces a Fermín le dicen "El
mellao".
Y todo por cuatro yogures.
No hay comentarios:
Publicar un comentario