miércoles, 2 de abril de 2014

Por los pelos

En el portal me cruzo con “La pelos” que viene con su atado de toallas para vender.
-A tu casa voy.
Han dejado la cuerda puesta en la puerta, y paso sin llamar. La cuerda solo se quita de noche y los extraños y las visitas siempre llaman, porque saben que es para uso exclusivo de la gente de casa. En casi todas las casas hay cuerda, salvo en las de las personas desconfiadas, que son pocas.
-Mamá, tienes a “la pelos” en la puerta.
-Te he dicho mil veces que no la llames así. Se llama Carmen.
A “la pelos” la llaman “la pelos” porque es portuguesa, de El Alentejo, lugar en el que por lo visto las mujeres salen recias y cubiertas de vello, como los melocotones.
Los pelos son algo importantísimo en mi casa y en las casas donde hay madres y hermanas mayores. Mi madre a los de la cabeza les llama cabellos y los del resto del cuerpo vello, aunque para mí lo que tiene Carmen en el bigote son pelos de los corrientes.
Mis pelos de la cabeza me los aclaran con Camomila Intea y, a veces, me los rizan a lo Shirley Temple con unas tenacillas que calientan al fuego. A las madres les suele gustar el pelo rizado y yo lo tengo liso como los chinos del Japón.
Tener pelo en la cabeza ya sea rizado o liso, es fundamental, pero tenerlo fuera de ese espacio es un lío y un trabajo horroroso.
Bego, la hermana de mi amiga Nena, tiene dieciocho años y se pasa la vida frotándose las piernas con una manopla de cartón de lija hasta que se le queda la piel escamondá, sin pelos, suave como el terciopelo y con una capita blanca como de harina. En cambio los pelos de los sobacos (para mi madre axilas), se los quita con una crema que huele a perro muerto y los de las cejas se los arranca con unas pinzas.
Yo, sin embargo, me paso la vida bajándome las bragas y mirándome para ver si me ha salido alguno. Sería lo máximo. Una ilusión tremenda llegar a clase y contarle a todo el mundo que ya tengo pelos ahí. Pero; que si quieres arroz, Catalina. Lo tengo pelao como el cráneo de mi tío Agustín, que se pone su boina y se queda tan fresco. Mi tío Agustín como es esquizofrénico, no le importa nada ser calvo. En cambio mi abuela si perdiera el pelo que le queda se suicidaría matándose.
Esto de los pelos es una cosa muy seria y estupenda. Es un tema de conversación que da muchísimo de sí. Como los jerseys de punto bobo.

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