aúllan los perros bajo las farolas de luz amarilla.
De madrugada
suena la campanilla que abre paso al viático del moribundo.
De madrugada
el borracho intenta encajar la llave en una puerta que no le
conoce.
De madrugada
sale un vaho caliente por la puerta del obrador de la
panadería.
De madrugada
suenan en el empedrado los tacones de doña Manolita que
acude a velar al Santísimo.
De madrugada
el ratón muerde el queso y hace soltar el cepo que le
aplasta la cabeza.
De madrugada
el ascensor se detiene en el piso de don Jacinto que regresa de
ayudar a nacer al hijo de Asunción, la de la tienda de coloniales.
De madrugada
y media hora más tarde, el ascensor vuelve a parar un piso
más arriba para dejar en su casa a don José María que ha pasado la noche de
putas.
De madrugada
Joaquín y Pepa hacen un amor ruidoso, de somier oxidado, un
amor que no parece amor.
De madrugada
comienzan a cantar los pájaros con brío, ilusionadamente,
como si estrenaran el mundo.
De madrugada.
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