Fidelito Cortés es un niño que casi siempre
está malo. Don Sabino Ardanza está cansado de decirle a su madre que no
lo abrigue tánto, que está haciendo del niño una flor de estufa. - Don Sabino, el niño está preocupado desde que supo que España es una unidad de destino en lo universal, dice que por más que se lo explican no lo entiende. -Mañana, en ayunas, le pone usted una irrigación de agua de manzanilla.
Fidelito, nada más ver a doña Romualda con el irrigador en la mano se
pone como tonto. Apenas acierta a colocarse boca abajo en la cama y
aguantar los retortijones de vientre hasta que: ¡Ala!, suelta del cuerpo
todos los malos pensamientos con sus elucubraciones correspondientes.
A Fidelito lo que le ocurre es que tiene un miedo cerval a que se
muera Franco y llegue de sopetón el fin del mundo. Para que eso no
ocurra, Fidelito se mete chinas en los zapatos para hacer penitencia y
reza todas las tardes el rosario. Fidelito no quiere ser futbolista,
ni inspector de aduanas. Fidelito ni siquiera sabe si vivirá para
entonces. Si vive, lo más probable es que se haga cura como el padre
Santines que suele hacerle pasar a su despacho para pegarle unas sobas
de aupa. -Dos por una es dos, dos por dos cuatro, dos por tres seis…
Fidelito Cortés recita la tabla de multiplicar muy cantarinamente.
Todavía va por la del dos. De ahí no pasa. Se conoce que va poco al
colegio. -Romualda: dale una perra al niño y que se vaya a la calle, que no la pisa. Doña Romualda, la mamá de Fidelito le pone la bufanda bien apretada y le suelta dos reales. - Tápate bien la boca y respira por la nariz.
En los soportales está su vecina Nené que quiere comprarse una careta
de diablo. Él duda entre el regalíz de palo, el chicle americano o una
careta. -Señor Julian: ¿tiene usted caretas de santos martirizados? -No. De eso no me sirven.
-Ah, bueno; pues entonces deme dos sobres de cromos de “Marisol rumbo a
Río”. A Fidelito le tiran más las colecciones de niñas. Será que como
está siempre malo….
La luz exterior de cuela por las dos puertas
abiertas formando sobre el suelo dos anchas franjas de luz. Al fondo, el
sacristán atraviesa las naves y hace ante el altar una genuflexión de
soslayo, por la prisa y la costumbre. Junto al sagrario
arde una lámpara y desde dentro de las capillas laterales brotan toses
que resuenan en las altas bóvedas. Una losa de mármol con la inscripción
desdibujada cubre los restos de un obispo remoto. -Ave María Purísima -Sin pecado concebida -¿Cuánto hace que no te confiesas?
Al padre Ceferino le huele mal la boca y se le reseca la saliva en las
comisuras de los labios dejando unas boqueras blancas repugnantes. Al
padre Ceferino también le huelen los pies y lleva siempre la sotana
nevada de caspa. El padre Ceferino tiene fama de tener la manga ancha a
la hora de impartir la penitencia y en realidad la tiene porque se queda
dormido en la penumbra del confesionario y no se entera de lo que le
dices. Una vez hice la prueba confesando que había matado a mi padre y
me impuso el padrenuestro y el avemaría de siempre. Un chollo, hasta que
me enteré que la cosa así no valía y que había que tener propósito de
enmienda. Yo lo tenía pero me duraba poco. Entre las páginas del
misal Nacar Colunga que me regalaron en mi Primera Comunión llevo
recordatorios y estampas para distraerme un poco durante las tediosas y
largas misas y novenas a las que me obligan a asistir. Mi madre es
una forofa de la Virgen del Perpetuo Socorro y tiene un maletín de
primeros auxilios espirituales parecido al de Santitos el practicante
pero sin inyecciones. En el maletín guarda unas páginas de papel
finísimo en las que está reproducida cientos de veces la imagen de la
Virgen en tamaño sello de correos. Cuando tenemos examen, o fiebre, o
indigestión, o histerismo, ella recorta un sellito y te lo hace tragar
con un poco de agua. (Mi madre descubrió la importancia de la fibra en
la alimentación antes que nadie. Y yo, debido a mi carácter indómito y a
mi mala salud, ingerí tal cantidad de fibra en modo reliquia que
hubiera podido echar de mi cuerpo un jersey de manga larga). -Mamá. -Qué quieres. En la iglesia no se habla. -Mamá: por qué te gusta más la Virgen del Perpetuo Socorro que la Virgen del Carmen. -Porque es mejor. -Ah. También me enteré entonces que los misterios del señor eran insondables… Como algunas razones de mi madre.
Jacinto, alias “El Pay-Pay”, es el novio de
Luci y el mote se lo pusieron después de tener que someterse a un Bypass
coronario. Jacinto viene todas las tardes desde el taller con su
bicicleta, a echar una parrafada con su novia en el portal.
Luci lo quiere más que a las niñas de sus ojos y espera con ilusión el
día de su boda, para la que aún faltan más de dos años. Tienen una
libreta conjunta en la Caja de Ahorros en la que ingresan todos los
meses lo que pueden sisar del sueldo de fresador de él y de la paga que
Luci recibe como sirvienta. Luci, en los pocos ratos que tiene libres,
prepara su ajuar: se sienta junto al balcón en una silla baja y, con el
bastidor sobre las piernas, borda primorosamente en el embozo de la
sábana una jota y una ele entrelazadas. El armario de la ropa blanca
huele a membrillo y cada balda está rematada por una tira bordada. Mi
madre compra piezas enteras de algodón de la Viuda de Tolrá o de El
Burrito Blanco para hacer sábanas o sacar piezas para remendar.
Las cinco de la tarde se desgranan en el reloj de pared y un tímido sol
de invierno se cuela por los cristales del mirador. En la radio, la voz
de Juana Ginzo da vida a Rosa Alcázar, protagonista del serial “Ama
Rosa”. Yo, al abrigo de la mesa camilla intento memorizar la lista de
los reyes godos: Ataulfo, Sigérico, Walia, Teodorico…
A partir
de las 6 vienen a echar la partida de julepe doña Patrocinio y doña
Pepa, a la que acompaña su perrita Marilín. De la cocina llega un olor a
café con achicoria y hay que andar con ojo para que no se salga la
leche al hervir. El café se sirve acompañado de bizcochos de soletilla. A
mí me mandan a estudiar a la cocina. -Luci… -Qué -Cuéntame el cuento de “Maríaaaa: dame la asadura que me robaste de la sepulturaaaa…” -No, que luego sueñas y me regaña tu madre.