martes, 25 de febrero de 2014

Los sonidos del día

La casa de El Arrabal además de olores propios tiene también sonidos particulares que se van desgranando con las horas del día, como las campanadas de un reloj que no marcara el tiempo sino el ritmo preciso de la vida.
A las ocho en punto, suena la persiana metálica de la tienda de coloniales y Sebastián va colocando en exposición cerca de la entrada los sacos abiertos de legumbres y la enorme rueda de madera con sardinas arenques doradas y brillantes.
El llavín da tres vueltas y es Luci que regresa con la candaja de la leche. Las astillas sueltan lenguas de fuego ahogadas por la primera paleta de carbón del día. La cocina, con el tiro abierto ruge y calienta el puchero de leche, que ha de hervir para evitar las temidas fiebres de malta. Mamá vuelve de misa y sus tacones golpean cadenciosos las tablas del pasillo.
A las nueve, poco más o menos, abre Amparito su pequeño tabuco del portal. Hoy lleva falda tubo de mezclilla muy gastada y un conjunto de jersey y chaqueta azul claro. El negocio empieza a decaer en cuanto llega el verano y las parroquianas dejan de ponerse medias y sólo llevan a coger los puntos las viudas y las señoras mayores. Para Amparito la llegada del verano es una tragedia.
Suena la falleba del balcón de doña Pepa que saca la jaula de "Colorín" y "Colorina" para colgarla al aire y al sol de las primeras horas de la mañana. Les pone su hoja de lechuga sujeta entre los barrotes y ellos cantan la mar de contentos.
Hoy, desde el portal, sube el sonido de los zurriagazos que le atiza a la lana el hombre que una vez al año viene a rehacer los colchones. La vara de avellano rasga el aire como silbando y se estrella contra los vellones de lana apelmazados, ahuecándolos y haciendo que queden suaves y mullidos. El hombre cose los colchones con una aguja gigantesca y suele acabar su trabajo ya anochecido, justo cuando vuelve a oirse la persiana de la tienda de coloniales para echar el cierre. El sonido de la suma del día.

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