Yo tengo un olfato de perro rastreador y si
recorres conmigo a medio día la escalera de El Arrabal 14 alcanzarás a
conocer a mis vecinos como si vivieras con ellos. Por el olor se se
puede saber casi todo. Por ejemplo hay personas que huelen a muerto
vivo, otras huelen a crudo (como los perros húmedos), otras huelen a
ahogado y, las más huelen a sudor indeciso y a cansancio. Mi escalera a
la una huele por puertas y personalidades, por pobreza, por arte, por destino.
En el principal, la criada de doña Gracita ha preparado la comida
preferida de Vicentín: pollo en pepitoria y natillas. Lo sabemos porque a
Vicentín le gusta presumir de que él no tiene que esperar al domingo
para comer pollo. La gloria seguro que huele como el descansillo de doña
Gracita.
Por debajo de la puerta de doña Joaquina en el
primero derecha, se cuela un aroma a chicharros fritos con aceite usado.
Un olor a pobreza lenta y sin sobresaltos. Don Jacinto, su vecino de
descansillo, como es muy higiénico también con la comida suele tomar
mucho cardo y borraja que facilitan el tránsito. La casa de don Jacinto
huele como las polonesas de Chopin: a tristeza.
Hoy en mi
casa, al haber invitados, han preparado menestra de cordero. Un plato
concienzudo y trabajoso que huele a fiesta y a flores de alcachofa. En
la puerta de al lado, Patrito le prepara a doña Patrocinio sesos a la
romana y sopa de picadillo. Doña Patrocinio se queja siempre de que todo
le sienta mal y tal vez sea cierto porque hay personalidades que solo
digieren lo podrido de la vida.
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