En la pared frontal del vestíbulo, al que
ellas llaman “hall”, cuelga un tapiz apolillado con el escudo nobiliario
de los Garmendia en oro, un roble de sinople y, a su pie, un jabalí
andante, de su color natural, y a cada lado de la copa del
árbol, un roel de azur. Bajo el tapiz y sobre una consola adosada a la
pared, un quinqué proyecta una luz mortecina que apenas se adentra por
el largo pasillo en el que, una sucesión de puertas, dan paso a
habitaciones en las que se ha instalado una pobreza vergonzante que se
hace ver en la escasez de mobiliario y en las marcas que han dejado en
la pared los cuadros descolgados.
En el comedor, doña Solita
Garmendia repasa una combinación a la que no le cabe ya un zurcido más, a
sus pies el brasero apenas calienta y al remover las ascuas con la
badila éstas aparecen grises y sin vida. Su sobrina Dorita hace escalas
en el piano de pared con los dedos entumecidos por el frío. En el
aparador hay un plato con un huevo y un paquete lleno de manchas de
grasa que contiene unos recortes de jamón rancio y en el cajón, junto a
las servilletas y el mantel, un trozo de pan seco. Con él saldrán del
apuro de esta noche preparando unas sopas de ajo con el huevo batido. La
pobreza del plato contrasta con la ceremonia con la que es servido y
apurado. Los cubiertos de plata hace tiempo que tomaron camino del
Monte de Piedad, junto a los platos de porcelana checa y las
cristalería de Bohemia. No obstante ambas, tía y sobrina, alzan el brazo
para llevarse la cuchara a la boca sin agachar la cabeza y se limpian
los labios con la servilleta antes de beber. A la sopa de ajo se le
llama sopa castellana y a la que prepararán mañana con los restos del
pescado que les regalarán para el gato inexistente, Bullabesa.
Doña Solita, duerme con redecilla, camisón de franela y una botella de
agua caliente. Sobre las mantas que han sobrevivido a la casa de
empeños coloca su abrigo y en la oscuridad del cuarto reza sus oraciones
hasta quedar dormida. Dorita sin embargo no reza, repite mentalmente:
Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si, como un mantra. Dorita cuida mucho sus
manos y todas las noches antes de acostarse se aplica crema “Kaloderma” y
se pone unos guantes de algodón. Dorita imagina que es pianista de la
orquesta del Teatro Real. Y doña Solita sueña con una fuente de cocochas
en salsa verde, con sus almejas y todo. ¡Que variedad de sus sueños y
esperanzas habitan en la noche!
No hay comentarios:
Publicar un comentario