Suena la aldaba y corro a abrir la puerta.
-Ave María Purísima
-Sin pecado concebida. Espere usted un momento que aviso a mi madre.
Mamá está en la cocina limpiando vainas (yo espero que sean sólo para la abuela, que anda mal del estómago). En la radio suena:
"Me he lavado el vestidito,
yo mi blusa me he lavado,
lo he dejado muy blanquito,
muy sedoso me ha quedado.
Porque, porque hemos usado
Norit, el Borreguito."
-¿Quien es?
-El pobre
Entonces era normal tener un pobre fijo, de casa. Tan normal como tener cobrador de El Ocaso.
-Doña Mª Luisa, hoy traigo berros y caracoles. ¿Le interesan?
-No, Ramiro, los caracoles no, pero déjeme usted un manojito de berros.
Mi madre le daba siempre unas monedas y dos huevos. Ropa usada no, porque en casa no había más que mujeres.
-Mamá: ¿qué hay para comer?
-Comida
Mi madre inventó la asertividad. Con esa respuesta quedaba claro que
había verduras. A mí las verduras me gustaban lo mismo que el aceite de
hígado de bacalao que mi madre nos obligaba a ingerir una vez al día:
nada. Con el aceite de hígado de bacalao no había transacción sobre "si
lo tomas te doy una peseta". En este caso el asunto era: si no te lo
tomas te doy una torta. Y te la daba. Las madres de entonces usaban una
pedagogía sensata y eficaz. No como ahora.
-Mamá :¿Cuánto me quieres?
-Mucho
-Pero, ¿cuánto es mucho?
-Muchísimo
-Pero, ¿cuánto es muchísimo?
-Hasta el cielo
-Bueno, vale.
-Pero hoy te comes las vainas como yo me llamo Mª Luisa.
Las madres son tan insobornables como... ¿como quien?
A las madres de antes no las enjuiciaban como ahora y a los niños de antes no los mandaban a un psicólogo/psicoterapeuta a la primera de cambio por cualquier minucia.
ResponderEliminarLeerte es un placer, Nené.
Besos.
Pd.: echo en falta un cuadro de seguidores en tu blog. Y tienes activa la engorrosa palabra de verificación. Por si te apeteciera eliminarla y no supieras cómo:
CLICK
;)
Qué me gusta leerte, Nene
ResponderEliminarBesitos