-Le tira la sisa
-Esfate quieda, forque afí no fuedo frobarte
La modista hablaba sujetando alfileres entre los labios y a mí me daba
mucha grima. Además en mi familia éramos muy aprensivos con esos temas
(y con los demás también).
-Una vez a una niña se le clavó una aguja y se le metió en el torrente sanguíneo y desde ahí; ¡zas!, al corazón. Muerta la pobre.
Así que cuando estabas cosiendo y se perdía la aguja, se desataba una
búsqueda histérica que no acababa hasta encontrarla. A veces el asunto
adquiría tintes tremendos y acababas desnudándote entera.
El Domingo
de Ramos era día de estreno y ese año mi madre me había tejido una
chaqueta de angorina a juego con el vestido que me estaban haciendo y
que me tiraba de la sisa.
Ese día de fiesta solía ser un drama
porque a mí me gustaban las palmas rizadas con rosquillas colgando y mi
madre me obligaba a llevar una lisa y más alta que mi cabeza. Siempre me
quedó esa carencia y quizá eso explique algunos de mis desarreglos
alimentarios.
-Mamá este vestido es cursi
-A tí si que te voy a dar yo cursi
(Críptica respuesta materna)
-Yo quiero unos pantalones de campana rojos
-Y un jamón con chorreras
(Otra respuesta críptica y muy común)
Salíamos de la modista y mi madre me compraba un bollos de mantequilla y una chocolatina rellena.
-Vale; pero yo ese vestido no me lo pongo ni aunque me maten.
-No me des ideas hija, no me des ideas.
A veces las madres tienen respuestas inteligentes que se entienden muy bien.
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