
Ésto de los dolores de cabeza le viene de familia porque doña Purificación Rufete, su madre, las padeció terribles hasta que el señor se la llevó un día de Reyes a consecuencia de una caída tontísma. Bueno; pues resulta que doña Purificación tenía la mala costumbre de echarse para atrás en la silla, poniendo ésta en equilibrio sobre las patas traseras y una tarde, de visita en casa de su prima Toñi que se pasaba la vida dando cera al suelo, se escurrió hacia atrás y se rompió la crisma.
Estos accidentes debían ser entonces bastante comunes, porque mi madre no paraba de advertirme sobre lo fácil que era matarse.
Como iba diciendo; la pobre Puri sólo salía de la cama para bajar a la farmacia a comprar Piramidón y, cuando cedía la migraña, para poner discos de zarzuela y preparse el almuerzo. Como presumía de padre francés, solía comer lenguado meniere y sopa bullabesa. A mi abuela le gustaba invitarla cuando guisaba caracoles sólo para oírla decir: ¡Ay, doña Presen, ces escargots sont magnifiques!
Puri daba a la escalera un aire parisino, aunque ella lo más cerca que estuvo de Francia fue en un viaje a Lourdes para ver si la Virgen la curaba y, de paso, para comprar una vajilla de Duralex.
A Puri, regresando, la atropelló un expreso en el transbordo de Hendaya por bajarse a comprar sobaos y cruzar las vías sin mirar.
¡Hay que ver qué razón tienen siempre las madres!
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