martes, 17 de diciembre de 2013

Buenas días. Mi cuerpo más que descansar parece haber estado luchando contra el Nadie de anoche. He dormido a trancazos, expulsada del sueño a patadas y, en la ducha, me he visto un moratón en la espalda en el que se lee: "TÚ".
(Bajo a la farmacia a comprar Trombocid y a poner una denuncia contra Nadie)
 










 Foto: Chema Madoz

Nadie

Vuelvo de la piscina. Las calles casi vacías y un viento que arremolina las hojas y las hace bailar. Mi cuerpo está cansado y mi mente acelerada. Una sensación de amenaza me acompaña la espalda, un nadie que me sigue y que desaparece si le nombro: Nadie, Nadie. Y es sólo soledad. Buenas noches.

  Fotografía: Mustafa Sabbagh

lunes, 16 de diciembre de 2013

Hacerse la muerta

A mí me gustaba bastante hacerme la muerta. Me tumbaba en el suelo en alguna postura inverosímil y esperaba a que apareciera mi abuela que, proclive a ponerse siempre en lo peor, se asustaba muchísimo.
Sin embargo, si era mi hermana quien aparecía en el momento de mi acto mortal, se limitaba a patearme el hígado hasta que reaccionaba.
Mamá, en primera instancia, se cargaba de paciencia y se limitaba a reconvenirme de modo suave (siempre les cabía la duda de que yo estuviera mal de la cabeza como mi tía Elvira)
-Nené, hija; eso de hacerse la muerta está feo. Tú disfrázate de Sissi o ponte a imitar a Genoveva de Brabante que se te da tan bien.
-Mamá es que me aburro
-Pues cómprate un mono (mi hermana aportando soluciones imposibles)
-Pues cómpratelo tú (yo, en estos casos, era poco ágil a la hora de responder –y poco ágil en general-. Las respuestas ocurrentes y dolorosas a esos ataques se me ocurrían después, cuando la persona a la que iban destinadas estaba en Pamplona o lejísimos).
-¡Socorroooo ! (Luci acababa de descubrirme desvanecida junto a la fresquera)
Mamá, en segunda instancia y liberada de paciencia, aparecía con la zapatilla en la mano y me atizaba una tunda de órdago.
A mí, esas dos personalidades tan diferentes de mi madre me dejaban estupefacta y me producían (además de humillación) una admiración sin límites hacia sus dotes interpretativas.
A la hora de merendar aparecía con el bocadillo en la mano y la sonrisa en los labios
-A tí te va a pasar como a Pedro y el lobo, que un día te vas a morir de verdad y vamos a dejarte ahí tirada porque nadie se lo va a creer.
Que lista era la tía.
©Nené Ortiz

 Ilustración: Catrin Welz-Stein

sábado, 14 de diciembre de 2013

Clase de música

En la puerta, la aldaba tenía forma de mano y sobre ella relucía la chapita con el corazón de Jesús.
-¡Por Dios; cuántas veces te he dicho que no des portazos!
-Es que vengo contentísima porque se ha muerto la madre Sinfónica.
-¿Pero, qué dice esta niña? (mi abuela mirando a mi madre).
-Que se ha muerto Sor Marcelina Subirús, la que daba clase de música.
La madre Sinfónica tenía una verruga peluda cerca de la boca y un ojo estrábico que despistaba.
-Como brotes de olivoooooooooo....
(Yo detrás de ella hacía aspavientos con las manos poniéndome bizca. Y ella, con aquel ojo que giraba 180º, debía verme y se giraba lanzándome un tortazo que me dejaba medio lela).
-Está muy feo alegrarse de la muerte de nadie
-Depende
-Ni depende, ni dependa (así acostumbraba mi madre a zanjar los temas: "Ni luego, ni luega: ahora". "Ni por favor, ni sin favor: hoy no sales, estás castigada". "Ni con fulana, ni con mengana: tú, no vas".... Y así sucesivamente. Este es un lenguaje universal de las madres que yo he aplicado con fran eficacia cuando me ha tocado ejercer.
La madre Sinfónica en su caja de pino y con los ojos cerrados daba menos miedo que viva (y también menos asco).



El baño

Los viernes por la noche era el día del baño. El agua se iba quedando fría y la yema de mis dedos como garbanzos en remojo. Mi madre me refregaba con una manopla que me dejaba la piel enrojecida. El pijama de franela y la bata de cuadros escoceses. El olor a Heno de Pravia flotaba en el aire y el espejo empañado me devolvía una imagen mía vulnerable y mojada, como del pato que sabía que jamás sería cisne. Mientras tomaba la sopa me vencía el sueño y me alegraba no ver el uniforme del colegio preparado en la silla para el día siguiente. El lunes era algo lejano y estaba en medio un largo fin de semana. Era feliz y no lo sabía.

El trapito

En el colegio, los viernes teníamos clase de labor (un pañito de tela blanca en que habíamos de representar las diferentes posibilidades de costura. Desde la vainica ciega, al bodoque, pasando por el punto de cruz, el de cangrejo, el filtiré, el petipuán y el punto pelota a mano -las vascas-). Yo tenía una particular aversión al tiempo entre costuras y, donde mis compañeras lucían muestras de alienación perfecta, lo mío era la bala que mató a Kennedy (y casi con las mismas consecuencias, debido a la errática trayectoria de mis filas y a las manchas que salpicaban mironianamente mi absurda labor).
-Le voy a poner a usted un uno por no ponerle un cero.
-Ah; pues entonces mejor. No vea lo contentos que se van a poner en mi casa. (Yo era una optimista impenitente).
Bueno, gente querida. Le voy a pasar unos hilvanes al día, a ver si aguanta sin que se me descuelgue el bajo.


Cuentos de la radio

Todas las noches cenábamos sopa de primer plato y después algo ligero. En invierno me calentaban el pijama en el brasero. Recuerdo las sábanas heladas y la luz tamizada que me llegaba desde el fondo de la habitación donde mi madre, sentada junto a la radio, hacía punto...
(Quisiera soñar hoy y verla así, viva y hermosa, tejiéndome jerseys que picaban y escuchando juntas los cuentos de la radio). Buenas noches.


La cogedora de puntos

En un tabuco mínimo del portal tenía su industria Amparito. Siempre inclinada sobre el vaso iluminado por la luz del flexo. El tejido tirante como la piel de un pequeño tambor en el que percutía cogiendo los puntos a las medias.
-Dice mi madre que si están.
Amparito revisaba en un cajón los paquetes envueltos en El Correo Español, cada uno con su nombre en letra redondilla.
A mí me gustaba estar allí, en la penumbra del local, viendo el cogote de Amparito con el pelo recogido en un moño francés y su collarcito de perlas Majórica.
-Una peseta
Si me sobraba algo me lo gastaba en chicles Bazoka.
-¡Virgen de la Vega, peseta y media por una carrera, esto es el acabose! Dile a Amparito que la próxima vez las tiro.
Amparito hubiera querido ser vocalista de conjunto, pero su padre no lo consintió. Amparito canta "Eres diferente" con mucho gusto y entonación y, bajo su chaquetita azul celeste late un corazón desbocado y soñador.


https://www.youtube.com/watch?v=cbq16UMD6XI#t=11 

Desánimo

 






¿A cuál de las que soy vestiré hoy? El traje de la felicidad está mojado y a la blusa del ánimo le faltan tres botones. El armario atestado de lo que no me gusta o no me sirve, como la vida.

En blanco

 



Se derramó la noche sobre mí
sin manchar nada.

Colada

Los lunes era día de colada y durante toda la mañana se oía el girar del émbolo de la lavadora, la ropa oliendo a jabón en escamas. Más tarde había que escurrir, aclarar y sumergir en azulete las prendas blancas. Cuando podía participar de aquella alquimia lo hacía, y me encantaba escuchar la cantinela sobre los tiempos en que había que lavar en el río y la comodidad que representaba aquella lavadora eléctrica para mí tan ruidosa e incómoda. Mañanas de lunes con sábanas flotando bajo un sol que aún calienta ahí, en un lugar resplandeciente de la memoria.

Direcciones

 




Las escaleras en la noche sólo sirven para subir o para escapar.

Hora de la luz

 





Mañana de domingo.
El día se despereza lento y vacío.
El aire huele a niebla y tinta de periódico.
Es la hora de los perros con dueño
y del encuentro con la luz.

La sombra

Camino bajo el sol de invierno, puede que aceche la tormenta, pero mi sombra queda detrás y la esperanza es más que una palabra.
Buenos días, salgamos a empaparnos de vida.


Greguerías de una mujer en sábado

. El empleado de la frutería llama “Mari” a todas las clientas (yo le llamo Pepe -aunque su nombre sea Frutero-)
. El carrito del híper carga con todo (menos con mi cansancio)
. La depilación solo arranca los pelos (lo demás se queda)
. La crema antiarrugas huele a heliotropo (un olor imposible)
. La pobreza es como la belleza (el producto de un mal reparto)
. La niña tira las cáscaras de pipas en el interior del autobús (la mamá también). Las dos dan un poco de asco.
. El hueco de la escalera huele a berza (como el pasado)
. Los niños albinos son como las sandías amarillas (sorprenden)
. El sonido de los tacones en una calle desierta (da un poco de miedo)

(Hoy estoy algo cansada (por eso mis palabras suenan a trombón y no a violín).
(Me voy a la peluqueria a ver si me entontezco más)





Milagro

Buenos días. Es mi deseo. Pero hay amaneceres en los que todo duele (menos la sangre, el cabello y las uñas). El cuerpo, un enemigo al que hay que derrotar para que sólo permanezca este pulso que empuja a la hermosura, a darse cuenta de lo que no es visible.

"Mi corazón espera, también hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera". (A.Machado)


Patio de luces

Buenas noches. Asomada al patio observo la luz de las cocinas encendida, el repiqueteo de un tenedor batiendo, una madre que llama a cenar, el olor de la sopa... Y siento haber sido expulsada del paraíso de una infancia, que me es devuelta en estos gestos triviales de la vida.

Islandia

Bueeenos días. Hoy estoy derrotada. Fuera de esta cama andan merodeando los cocodrilos de la información con ganas de arrancarme una pierna en cuanto la asome. Y en este no saber y no saberme, me pasaría el día imaginando que soy islandesa y que estoy en España de vacaciones.

Motas de polvo

Buenos días. Un sol tibio de invierno entra por la ventana. Huele a café y pan tostado.... ¿Dónde se ha metido Nené? Llegará tarde al colegio. (Yo miraba las motas de polvo suspendidas en los rayos de sol y creía en los ángeles).



Diciembre

Buenas noches. El fuego arde lento en la chimenea. El perro y el niño tienen el mismo dulce sueño sin fantasmas ni monstruos. Y yo, con las armas de plumas y papel, velo la vida que imagino. Fuera la noche dice que es Diciembre y la creo.


Luz de faro

Buenas noches. Hoy me acostaré muy pronto. Fuera, el mar está en calma y las calles casi vacías (con esa soledad de los inviernos en la costa). La luz del faro barre cada nueve segundos el interior de mi cuarto como si fuera el rayo de una tormenta inexistente y yo, en mi cama caliente y protegida, seguiré las peripecias de los personajes de mi novela.

CHASCARRILLOS LOCALES COMPLETAMENTE INCIERTOS

Rubén Carajote (vecino de Camas) y votante del PP, se compró un aparato para alargarse el pene y la única neurona con la que se había manejado hasta la fecha se le desplazó al miembro. Entonces le dio por expresarse en el idioma de las pollas y la gente le preguntaba:
-Rubén, qué, cómo te va el aparato.
-Egy fiatal fazakas városba költözéséhez kerté.
-¡Ah, menos mal!
En la siguiente legistatura su partido lo incluyó en sus listas como candidato al Congreso por saber idiomas.
 


 Ilustración: Anna Chilivonchik

Cosas de infancia

EN MI CASA. DE NIÑA:
-Mamá
-Qué
-Me miro en el espejo y me desdoblo
-Eso le pasa a todo el mundo
-Ah

EL FRIO
Al comenzar el invierno me colocaban la camiseta de punto de canalé.
-Me pica horrores, abuela. Yo no lo puedo resistir.
-Pues si no te la pones, a lo mejor pillas una pulmonía y te mueres de repente de un pasmo definitivo.
-Ah... Pues casi lo prefiero
-Hija, eres enteramente como tu tía Elvirita
-¿Alta?
-No; idiota.


Tarde de domingo

Aquí todavía hay un resto de día. La melancolía de las tardes de domingo en las que sentimos una soledad rara, como si nos hubiéramos perdido de niños en un bosque y el alma recordara. Buenas noches.

Agradecimientos

Parece que siempre es más fácil ver lo que nos falta que lo que tenemos. Ayer en un momento bajo me dediqué a hacer una lista de lo segundo y anoté entre otras cosas: tengo un techo, tengo comida, tengo grandes amigos, tengo gente que me quiere, tengo buenos hijos, tengo un viejo amor que aún perdura cuarenta años después, tengo libros, tengo música, soy mujer y no he nacido en Afganistán, tengo agua caliente y fría con sólo abrir un grifo... De pronto, alcé la cabeza y lo vi: Ah... Y tengo una ventana que da al mar (cómo ser infeliz sin ser mezquina teniendo tánto). Me sirvió darme cuenta. Buenos y agradecidos días.


La humedad del mar

Buenas noches. La humedad del mar emploma los cristales y abrillanta los suelos de las azoteas. Un pila de libros en la mesa de noche, sábanas limpias oliendo a mediodía. Aunque aullen los destinos y los lobos, yo me acojo al calor de la noche y me entrego a los sueños que habitan las palabras.

Buen viaje


Hoy es uno de esos días en los que subiría a cualquier tren y viajaría con la nariz contra el cristal, como los niños. Hoy me iría de mí, de ésta que soy a veces: oscura y húmeda como un caracol en una tapia. Quizá cualquiera de vosotras también se sube a trenes sólo para encontrarse con otra que la habita en la zona más clara y luminosa del paisaje. Buenos días y buen viaje.