martes, 25 de febrero de 2014

El cobrador de "El Ocaso"

Patrito conoce al cobrador de “El Ocaso” porque repiquetea “una copita de ojén” con la aldaba. Patrito, antes de abrirle la puerta se mira en la cornucopia de la entrada, se recoloca algún mechón rebelde y se pellizca las mejillas para borrar la palidez. El cobrador de seguros se llama Joaquín y gasta bigote fino y zapato de rejilla. Joaquín es de la villa de Castro Urdiales y su señora está enferma de los nervios.
-Pase usted, Joaquín, y así entrará en calor. Le voy a preparar un copita.
-Se agradece, Patrito, se agradece.

La tira de linóleo que cubre la parte central del pasillo brilla como un espejo y el balcón de la salita deja entrar una luz atardecida y lenta. Los muebles son pesados y sobre la televisión hay dos muñecos vestidos de baturros y un toro negro con sus banderillas clavadas. Pañitos de ganchillo resguardan la cretona de los sillones de manos y cabezas y, en la pared, la imagen del Corazón de Jesús escoltada por dos láminas de escenas de caza mantiene en su mano derecha la bola del mundo.

Patrito ayuda a Joaquín a desprenderse del abrigo y la bufanda y los oprime contra su pecho escaso antes de colgarlos en el perchero. Abraza en ellos el vacío de un cuerpo que quisiera suyo, un olor que desea se prenda de su blusa y se quede. Patrito sirve una copa de licor “Triple Seco” y unas pastas que huelen algo a rancio. Sus manos descansan enlazadas en el regazo y sus ojos permanecen bajos, esperando una frase que rompa este silencio que calla tántas cosas.
-Y su mamá qué tal.
-Mal. Es una lacería, la pobre. Ahora está echando su partida de julepe en el piso de al lado.

Joaquín saca un paquete de “Ideales” y pide permiso para fumar. También ofrece a Patrito la cajetilla de “Piper” mentolado que lleva encima para obsequiar a las señoras. Patrito da una calada y se pone a toser.
-¡Uy, qué tonta soy! Fíjese, mentolados y todo que son y aún así me sientan mal.
-Es que usted es una mujer sensible en todos los aspectos, Patrito.
-Y usted que lo diga, Joaquín. Y usted que lo diga.
Ya sabemos que Patrito cantará mañana ahogada de amor imposible y tabaco mentolado.

Mientras tanto, Marisol Centeno (la rubia puerca del portal de al lado), verá salir a Joaquín y correrá a contarlo para ser la primera en ensuciar el trozo de inocencia que aún perdura en el escaso pecho de Patrito.

Los sonidos del día

La casa de El Arrabal además de olores propios tiene también sonidos particulares que se van desgranando con las horas del día, como las campanadas de un reloj que no marcara el tiempo sino el ritmo preciso de la vida.
A las ocho en punto, suena la persiana metálica de la tienda de coloniales y Sebastián va colocando en exposición cerca de la entrada los sacos abiertos de legumbres y la enorme rueda de madera con sardinas arenques doradas y brillantes.
El llavín da tres vueltas y es Luci que regresa con la candaja de la leche. Las astillas sueltan lenguas de fuego ahogadas por la primera paleta de carbón del día. La cocina, con el tiro abierto ruge y calienta el puchero de leche, que ha de hervir para evitar las temidas fiebres de malta. Mamá vuelve de misa y sus tacones golpean cadenciosos las tablas del pasillo.
A las nueve, poco más o menos, abre Amparito su pequeño tabuco del portal. Hoy lleva falda tubo de mezclilla muy gastada y un conjunto de jersey y chaqueta azul claro. El negocio empieza a decaer en cuanto llega el verano y las parroquianas dejan de ponerse medias y sólo llevan a coger los puntos las viudas y las señoras mayores. Para Amparito la llegada del verano es una tragedia.
Suena la falleba del balcón de doña Pepa que saca la jaula de "Colorín" y "Colorina" para colgarla al aire y al sol de las primeras horas de la mañana. Les pone su hoja de lechuga sujeta entre los barrotes y ellos cantan la mar de contentos.
Hoy, desde el portal, sube el sonido de los zurriagazos que le atiza a la lana el hombre que una vez al año viene a rehacer los colchones. La vara de avellano rasga el aire como silbando y se estrella contra los vellones de lana apelmazados, ahuecándolos y haciendo que queden suaves y mullidos. El hombre cose los colchones con una aguja gigantesca y suele acabar su trabajo ya anochecido, justo cuando vuelve a oirse la persiana de la tienda de coloniales para echar el cierre. El sonido de la suma del día.

Escribir

Ante el ordenador,
trás la ventana,
el mar mañanea tranquilo en azules caribes.
El sol se cobra en luz tántos días mojados
y brilla haciendo sombras en los granos de arena.

Yo estoy quieta
esperando que lleguen mis fantasmas

para contar su historia.
 

Con el costado habitado de voces de un pasado
de las que tengo el canto y el silencio.

La soledad de la página en blanco
y un corazón que estalla de palabras
buscando encaje en cortinas de esparto.

Cuestión de olfato

Yo tengo un olfato de perro rastreador y si recorres conmigo a medio día la escalera de El Arrabal 14 alcanzarás a conocer a mis vecinos como si vivieras con ellos. Por el olor se se puede saber casi todo. Por ejemplo hay personas que huelen a muerto vivo, otras huelen a crudo (como los perros húmedos), otras huelen a ahogado y, las más huelen a sudor indeciso y a cansancio. Mi escalera a la una huele por puertas y personalidades, por pobreza, por arte, por destino.

En el principal, la criada de doña Gracita ha preparado la comida preferida de Vicentín: pollo en pepitoria y natillas. Lo sabemos porque a Vicentín le gusta presumir de que él no tiene que esperar al domingo para comer pollo. La gloria seguro que huele como el descansillo de doña Gracita.

Por debajo de la puerta de doña Joaquina en el primero derecha, se cuela un aroma a chicharros fritos con aceite usado. Un olor a pobreza lenta y sin sobresaltos. Don Jacinto, su vecino de descansillo, como es muy higiénico también con la comida suele tomar mucho cardo y borraja que facilitan el tránsito. La casa de don Jacinto huele como las polonesas de Chopin: a tristeza.

Hoy en mi casa, al haber invitados, han preparado menestra de cordero. Un plato concienzudo y trabajoso que huele a fiesta y a flores de alcachofa. En la puerta de al lado, Patrito le prepara a doña Patrocinio sesos a la romana y sopa de picadillo. Doña Patrocinio se queja siempre de que todo le sienta mal y tal vez sea cierto porque hay personalidades que solo digieren lo podrido de la vida.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Chistes de amor

Una decide ir construyendo la vida que no tuvo a través de imágenes rescatadas de espacios amables de la memoria de otros; al fin y al cabo nadie de los de entonces está vivo para contestar ni quejarse si cuento cosas alejadas de la verdad.
Fui una criatura empeñada en ser feliz. De huesos largos y pelo lacio y amarillo, en realidad era una niña destinada a tocar el piano y morir tísica en plena juventud, pero me salvaron la Quina Santa Catalina y las inyecciones de sulfato ferroso. Creo que influyó también el hecho de llamarme como una hermana muerta (la probabilidad de que dos hijas mueran con el mismo nombre debe ser remota).
Dos veces al año viajaba con mamá a Madrid para que me viera el doctor Ruíz de Embito, una eminencia en enfermedades del tórax. Nos alojábamos siempre en casa de tía Marita, un piso inmenso en la plaza Barceló. A mí me gustaban muchísimo estas pequeñas vacaciones, en las que mí tía me llevaba a comer emparedados a “Rodilla”, y a los cercanos cines Barceló, Roxy, Paz y Proyecciones a ver películas toleradas. Algunos años antes, cuando se estrenó Gilda, en la que Rita Haywort se quitaba el famoso guante mientras cantaba con voz sensual la “Put the blame on mame”, desató las protestas de los curas, que prohibían en colegios y púlpitos la asistencia a la película (clasificada por la censura con un 3R, que quería decir: para mayores con reparos). En el cine Barceló, vimos “Los diez mandamientos” y en el Roxy A “Trapecio”, y “El mayor espectáculo del mundo” (de éstas últimas disfruté mucho porque me encantaba el circo y sobre todo Pinito del Oro haciendo aquellas maravillas en el aire).
En la puerta de los Roxy solía estar el personaje más estrafalario que yo había visto en mi vida: una mujer delgadísima, con abrigo de imitación de piel de leopardo y una melena teñida de rubio platino que asomaba bajo una gorra de charol. Iba calzada con unas botas blancas de plataforma y pintada con un lápiz de labios rojo intenso. Voceaba su extraña mercancía con desgana, como si le importara poco venderla o no. Yo la llamaba “la rusa”.
Recuerdo que cuando me preguntaban qué quería ser de mayor contestaba: “Yo quiero ser vendedora de chistes de amor como la rusa de los Roxy”. Y siempre me devolvían una mirada de lástima, la misma que yo les había visto dirigir tántas veces a Reglita, una niña retrasada mental que vivía en el doce. Así que como no me gustaba que me miraran como a Reglita, aprendí a contestar que quería ser peluquera solo de señoras rubias y aquello les hacía mucha gracia.

Diferencia

A medida que fui creciendo, la puerta de mi casa con su aldaba en forma de puño empezó a dar paso al territorio del temor y, casi siempre, al traspasar el umbral pensaba qué podía haber hecho mal, qué cosa no estaba en su sitio fuera o dentro de mí. A la edad tan tierna de mis seis años ya sabía que no iban a quererme si no hacía méritos, que el amor había que ganarlo, que era algo condicionado y sólo se me entregaría como un premio y no como un derecho.

En mi familia los estados de felicidad causaban inquietud. La alegría era sospechosa y olía a pecado. Se valoraba sólo lo conseguido con esfuerzo. Se premiaba el dolor, se castigaba la diferencia. Ser diferente era lo peor que podía ocurrirte y yo tenía la certeza de ser diferente hasta en lo físico.

Me habian inoculado el sentimiento de culpa de forma tan eficaz que aún sigue haciendo efecto la vacuna y, en ocasiones, debo rebuscar a fondo en la botica de mis seguridades para conseguir quererme.

Ser madre

Yo me inventé el ser madre, me entregué a ello como quien prepara una oposición a corazón abierto. Crecí sin padres y tuve que improvisar, como quien debe preparar un exquisito plato casi sin ingredientes. Y me salvó el amor, un amor tan salvaje y primitivo como el de esas lobas que transportan sus cachorros con los dientes, los mismos con que matan y devoran. Un amor definitivo y terco, un amor que no merma ni en la distancia ni en lo desatento.
Y los hijos se van, y una les facilita el paso y se enfrenta a habitaciones frías donde aún duermen los niños que se quedaron para siempre dentro. Y una pregunta: dónde se fue ese tiempo tan ligero, por qué la vida no crece en mi interior al mismo ritmo. Y ellos no están en este desgranarse de los días y están junto a otros nombres que son su vida ahora, y compartes los pedazos que quedan, los tiempos permitidos, los silencios de tu forma de amar: “abrígate, mi amor, come, duerme, disfruta.:.” Palabras que ahora callas. Y te quedas sin armas , no sabes cómo estar, inventarte otra vez es tán difícil. Y te vuelcas en este tiempo nuevo y te dices: es algo bueno ocuparte de ti, de tus años ganados , de los amigos, del amor maduro. Y lo crees, y lo afirmas con fe de carbonero… Mientras el centro de tu vida llora un vacío en el que suenan huecas las palabras.

Receta

Tengo que decirlo: estoy subyugada. La gastronomía llena casi toda mi vida y todo mi cuerpo. Mi mente es una cáfila de chefs despertando capacidades creativas ignotas. Yo tenía fama de ser buena cocinera de platos regionales de mi región, pero he comprendido que de mis pucheros de barro al hidrógeno líquido media un abismo y yo soy mucho de tender puentes, yo los abismos me los paso por ahí. Así que me he metido de lleno en la cocina de autora y, como en el fondo sigo siendo sencilla y a la pata la llana, os paso una receta exclusiva de mi propiedad intelectual para que, con tiempo, vayáis cambiando vuestros hábitos culinarios ordinarios y ramplones por éstos en los que prima la finura y lo esencial como desestructura cíclica de los elementos en base a atomizar.


RECETA: "Criadillas de canario-flauta rellenas de cerdo ibérico en salsa ácida de capullos de somormujo".
Ingredientes: Diecisiete pares de criadillas de canario-flauta, cincuenta capullos de somormujo, medio diente de ajo macerado semana y media en cincuenta mL de vinagre balsámico de Módena, veinte gramos de sal del mar muerto, dos litros de agua en los que habrán cocido previamente media docena de langostas vivas, cilantro, cominos, clavos de olor, un puñado de semillas de prima donna y unas hojas del catecismo del padre Astete.
Elaboración: mezclamos bien todos los ingredientes y los pasamos por un cedazo de popelín cortado al biés. Seguidamente procederemos a rellenar las criadillas utilizando para cerrarlas una aguja de marear la perdíz. A continuación las pondremos al sereno durante una noche para que se oreen.
Presentación: en cestita de macramé sobre un lecho de hojas de berza deshidratadas.
Ya me contaréis.

jueves, 13 de febrero de 2014

De visita

Doña Manolita de Anguiano Ezquerra se acaba de hacer la permanente y lleva la cabeza que es un puro caracol. Doña Manolita se atusa el cogote cada dos por tres para comprobar que cada rizo está en su sitio. Antes de salir de su casa se estira las medias cuidando que la costura quede recta y se da un toque de lápiz de labios rojo pasión. Ella siempre tiene un mohín resignado y condescendiente (igual se debe a que desciende de San Pedro de Mazonzo, el inventor de la Salve). A Doña Manolita le precede el tintineo de las monedas de oro que cuelgan de sus pulseras y el olor a colonia “Joya” de Myrurgia.

Luci abre la puerta antes de que haga sonar el timbre y mi abuela aparece por el pasillo tendiéndole la mano. Se sientan en el salón ante una mesa baja cubierta por un mantel de hilo y un servicio de té. Desde el cuarto de la plancha llega el rumor de la radio.

-Aquí, Radio Rioja de Logroño. Hoy, dos de Enero, se celebra el aniversario de la venida de la Virgen en carne mortal a Zaragoza. Para Pilarín, a petición de su novio Esteban, con mucho cariño.
-“Quisieraaaa, quisieraaaa, quisiera volverme hiedraaaaa, y subir y subir y subir por las paredeeeeees….”

-Verdaderamente es un milagro estupendo ese de venir en carne mortal.
-Si ocurriera ahora, el milagro sería que fuera virgen.
-¡Y usted que lo diga!
-¡Que maravilla la Jota. Una costa tan nuestra! (Comenta mi abuela, a la que jamás han gustado los bailes regionales).
-Jajaja. Tiene usted toda la razón, doña Presen. Pero a mí, al ser de Zumárraga, me tira más el Zortziko.

Doña Manolita es Delegada Provincial de la Sección Femenina y tiene la misión de enseñar a las jóvenes a servir a la patria en quehaceres propios de la mujer y prepararlas para que el día de mañana puedan formar una familia cristiana, patriótica y ejemplar. Doña Manolita cuando sonríe enseña unas encías enormes y cuando viene de visita me escondo para no tener que besarla. Doña Manolita da un poco de grima y otro poco de miedo. Como las cucarachas.

miércoles, 12 de febrero de 2014

Fidelito Cortés

Fidelito Cortés es un niño que casi siempre está malo. Don Sabino Ardanza está cansado de decirle a su madre que no lo abrigue tánto, que está haciendo del niño una flor de estufa.
- Don Sabino, el niño está preocupado desde que supo que España es una unidad de destino en lo universal, dice que por más que se lo explican no lo entiende.
-Mañana, en ayunas, le pone usted una irrigación de agua de manzanilla.
Fidelito, nada más ver a doña Romualda con el irrigador en la mano se pone como tonto. Apenas acierta a colocarse boca abajo en la cama y aguantar los retortijones de vientre hasta que: ¡Ala!, suelta del cuerpo todos los malos pensamientos con sus elucubraciones correspondientes.
A Fidelito lo que le ocurre es que tiene un miedo cerval a que se muera Franco y llegue de sopetón el fin del mundo. Para que eso no ocurra, Fidelito se mete chinas en los zapatos para hacer penitencia y reza todas las tardes el rosario.
Fidelito no quiere ser futbolista, ni inspector de aduanas. Fidelito ni siquiera sabe si vivirá para entonces. Si vive, lo más probable es que se haga cura como el padre Santines que suele hacerle pasar a su despacho para pegarle unas sobas de aupa.
-Dos por una es dos, dos por dos cuatro, dos por tres seis…
Fidelito Cortés recita la tabla de multiplicar muy cantarinamente. Todavía va por la del dos. De ahí no pasa. Se conoce que va poco al colegio.
-Romualda: dale una perra al niño y que se vaya a la calle, que no la pisa.
Doña Romualda, la mamá de Fidelito le pone la bufanda bien apretada y le suelta dos reales.
- Tápate bien la boca y respira por la nariz.
En los soportales está su vecina Nené que quiere comprarse una careta de diablo. Él duda entre el regalíz de palo, el chicle americano o una careta.
-Señor Julian: ¿tiene usted caretas de santos martirizados?
-No. De eso no me sirven.
-Ah, bueno; pues entonces deme dos sobres de cromos de “Marisol rumbo a Río”. A Fidelito le tiran más las colecciones de niñas. Será que como está siempre malo….

Confesando

La luz exterior de cuela por las dos puertas abiertas formando sobre el suelo dos anchas franjas de luz. Al fondo, el sacristán atraviesa las naves y hace ante el altar una genuflexión de soslayo, por la prisa y la costumbre. Junto al sagrario arde una lámpara y desde dentro de las capillas laterales brotan toses que resuenan en las altas bóvedas. Una losa de mármol con la inscripción desdibujada cubre los restos de un obispo remoto.
-Ave María Purísima
-Sin pecado concebida
-¿Cuánto hace que no te confiesas?
Al padre Ceferino le huele mal la boca y se le reseca la saliva en las comisuras de los labios dejando unas boqueras blancas repugnantes. Al padre Ceferino también le huelen los pies y lleva siempre la sotana nevada de caspa. El padre Ceferino tiene fama de tener la manga ancha a la hora de impartir la penitencia y en realidad la tiene porque se queda dormido en la penumbra del confesionario y no se entera de lo que le dices. Una vez hice la prueba confesando que había matado a mi padre y me impuso el padrenuestro y el avemaría de siempre. Un chollo, hasta que me enteré que la cosa así no valía y que había que tener propósito de enmienda. Yo lo tenía pero me duraba poco.
Entre las páginas del misal Nacar Colunga que me regalaron en mi Primera Comunión llevo recordatorios y estampas para distraerme un poco durante las tediosas y largas misas y novenas a las que me obligan a asistir.
Mi madre es una forofa de la Virgen del Perpetuo Socorro y tiene un maletín de primeros auxilios espirituales parecido al de Santitos el practicante pero sin inyecciones. En el maletín guarda unas páginas de papel finísimo en las que está reproducida cientos de veces la imagen de la Virgen en tamaño sello de correos. Cuando tenemos examen, o fiebre, o indigestión, o histerismo, ella recorta un sellito y te lo hace tragar con un poco de agua. (Mi madre descubrió la importancia de la fibra en la alimentación antes que nadie. Y yo, debido a mi carácter indómito y a mi mala salud, ingerí tal cantidad de fibra en modo reliquia que hubiera podido echar de mi cuerpo un jersey de manga larga).
-Mamá.
-Qué quieres. En la iglesia no se habla.
-Mamá: por qué te gusta más la Virgen del Perpetuo Socorro que la Virgen del Carmen.
-Porque es mejor.
-Ah.
También me enteré entonces que los misterios del señor eran insondables… Como algunas razones de mi madre.

Jacinto, alias "El Pay-Pay"

Jacinto, alias “El Pay-Pay”, es el novio de Luci y el mote se lo pusieron después de tener que someterse a un Bypass coronario. Jacinto viene todas las tardes desde el taller con su bicicleta, a echar una parrafada con su novia en el portal. Luci lo quiere más que a las niñas de sus ojos y espera con ilusión el día de su boda, para la que aún faltan más de dos años. Tienen una libreta conjunta en la Caja de Ahorros en la que ingresan todos los meses lo que pueden sisar del sueldo de fresador de él y de la paga que Luci recibe como sirvienta. Luci, en los pocos ratos que tiene libres, prepara su ajuar: se sienta junto al balcón en una silla baja y, con el bastidor sobre las piernas, borda primorosamente en el embozo de la sábana una jota y una ele entrelazadas. El armario de la ropa blanca huele a membrillo y cada balda está rematada por una tira bordada. Mi madre compra piezas enteras de algodón de la Viuda de Tolrá o de El Burrito Blanco para hacer sábanas o sacar piezas para remendar.

Las cinco de la tarde se desgranan en el reloj de pared y un tímido sol de invierno se cuela por los cristales del mirador. En la radio, la voz de Juana Ginzo da vida a Rosa Alcázar, protagonista del serial “Ama Rosa”. Yo, al abrigo de la mesa camilla intento memorizar la lista de los reyes godos: Ataulfo, Sigérico, Walia, Teodorico…

A partir de las 6 vienen a echar la partida de julepe doña Patrocinio y doña Pepa, a la que acompaña su perrita Marilín. De la cocina llega un olor a café con achicoria y hay que andar con ojo para que no se salga la leche al hervir. El café se sirve acompañado de bizcochos de soletilla. A mí me mandan a estudiar a la cocina.
-Luci…
-Qué
-Cuéntame el cuento de “Maríaaaa: dame la asadura que me robaste de la sepulturaaaa…”
-No, que luego sueñas y me regaña tu madre.

……

-Mamá, ¿puedo dormir hoy contigo?

miércoles, 5 de febrero de 2014

El armario hablador


Los muebles de la casa de Doña Patrocinio (la que vive en el 2º izquierda) son pesados y viven llevándose mal entre ellos debido a la disparidad de estilos y épocas. Lo mismo convive una sillería Luis XV con un aparador de mesón, que una mesa tirolesa con una descalzadora tapizada en eskay. En la vitrina del aparador se exhibe un juego de café de La Cartuja de Sevilla con el azucarero sin tapa y unas copas de licor colocadas al lado de una botella de Marie Brizar.
El mueble más cuidado de la casa es un armario hondo con espejo que heredó doña Patrocinio de un tío canónigo. El armario había estado más de cien años en la sacristía de la iglesia del Carmen y dice la leyenda que si te metes dentro siendo un alma en Gracia de Dios y dices: “Ave María Purísima”, te contesta: “Sin pecado concebida”. Por el contrario; si te metes dentro y en pecado, las puertas se cerrarán y nada podrá librarte de una muerte por asfixia.
En casa de doña Patrocinio hoy huele a coliflor y a Sidol porque es el día en que Patrito suele abrillantar los metales. Patrito se protege las manos con unos guantes de algodón y todavía lleva puesta la bata sobre el camisón de franela. Una bata vieja pero limpísima, sin una mota. Lleva el cabello protegido por un pañuelo y el escaso pecho por un delantal, sujeto a la bata con imperdibles.
Doña Patrocinio, sentada junto al aparato de radio escucha el serial de “Matilde, Perico y Periquín” mientras Micifuz, el gato, duerme hecho un ovillo sobre su regazo.
En la calle, Marisol Centeno (la vecina del nº 12) se asoma en el portal al pequeño tabuco de Amparito, que anda afanada sobre el vaso cogiendo puntos a las medias, y le cuenta la historia del armario hablador.
-¡Oiga, pues no tiene nada de particular! Yo tengo una cisterna en el wáter de mi casa que suena igual que la música de Haendel.
-No me diga usted más, eso es mucho mejor que lo del armario de Dña. Patrocinio.
-Y más fino, sobre todo más fino. Dónde va a parar.


La muda

Cuando nos dan las vacaciones en el colegio, Luci suele llevarse a mi hermana unos días a su pueblo porque a ella le sienta bien embrutecerse y sin embargo a mí  dice mi madre que no me conviene nada avanzar en una disciplina en la que ando sobrada y que mejor me quedo y preparo para septiembre las seis asignaturas que me han quedado.
El año pasado sólo me quedaron tres y sí que fuí. En el pueblo me hice amiga de María Isabel y resultó una experiencia estupenda porque sólo hablaba yo y eso desahoga una barbaridad.
María Isabel es una adolescente muda. Bueno no; en realidad habla, pero sólo con sus padres y a través de insultos.
En las horas de siesta, cuando el calor aprieta y los perros se acuestan al frescor de las sombras, a veces se escucha la voz de María Isabel:
-¡Hijo putaaaaaaaaaa!
Y el insulto avanza por las calles vacías como un eco, se cuela en el cuarto en penumbra de doña Tula, que se acuesta sobre la colcha en combinación, y es escuchado dos casas más abajo por don Desiderio (párroco del pueblo) y por Inés, su sobrina, ambos en cueros.
-Don Desiderio, ¿lo ha oído?
-¡Qué hacer, hija mía! Esta muchacha es enteramente una zulú. Dios en su misericordia debería habérsela llevado al nacer y nos hubiéramos ahorrado estos laberintos.
-¡Mamonazooooooooooo!
En la plaza, a Trini no le molestan las voces porque está muy enfrascada contando las moscas que hay pegadas en la tira de papel engomado que pende del techo. Ya va por 48. Hasta que no caigan 100 no cambiará el papel porque Trini es una mujer muy económica y mirada con el gasto. Trini, con una bacalada y la matanza vive todo el año. El marido se echa la siesta en el zaguán tumbado sobre unos cartones porque la Trini dice que suda. Él la aguanta porque es limpia y ahorradora, virtudes importantes en una mujer.
-¡Quinariooooooooooo!
María Isabel, en ocasiones se enreda en insultos que nadie entiende. María Isabel quiere ser locutora de televisión o bailarina de la Ópera de París.
Es lo que tienen los sueños, que son libres y extraños. Como los pájaros que cantan de noche.

martes, 4 de febrero de 2014

Estrenando la vida

 


Las mañanas de los domingos amanecen lavadas como entonces. Los zapatos de charol con calcetines de perlé, los churros y la pesada misa, el vermú con aceituna y la sensación de estar estrenando la vida. Aún me levanto en mañanas de domingo esperando escuchar campanas en el aire.

La escalera

Estoy sentada en el escalón 43 y escucho discutir con su madre a la señorita Balbina. La señorita Balbina es soltera y vive con su mamá, una señora que padece de la vesícula y vive a base de agua de Vichy.

A través de la puerta del tercero interior se cuela un rumor de rosario porque esta semana les toca tener la capilla portátil con la Virgen del Carmen. El lunes la subirá la muchacha a casa de los Ramírez y ya después nos corresponderá a nosotros.

Doña Joaquina se recoge en su casa algo enfadada porque esta tarde ha perdido una peseta y media jugando al julepe con Solita Garmendia y su sobrina Dorita, que viven en el principal. Doña Joaquina no prende la luz al entrar y se aprovecha de la que proyecta el farol de la calle. Doña Joaquina se prepara unas sopas de ajo para cenar, bien cargaditas de pimentón y con una pastilla de avecrem. Doña Joaquina vive de la pensión que le quedó de su marido, que era factor de estación.

En el portal Estrellita intenta mantener a raya a su novio, que le pone las manos por todas partes menos por una (que ella guarda obstinadamente para cuando se casen). El novio oposita a notarías en cada convocatoria pero no da una.

-¿Se puede saber qué haces ahí sentada como un pasmarote y cogiendo frío?
-Estoy viendo vivir, abuela.
-Anda hija; entra en casa y déjate de monsergas.


De Sestao

-¿Que te ha pasado en la cabeza?
-Nada, que como es el día de los inocentes, mi primo Agustín le ha quitado los frenos a mi bici.
-¡Menuda gracia!
-¡Que le vamos a hacer; es lo que tiene ser de Sestao! Allí se gastan este tipo de bromas. El año pasado tiró a Lucerito por el hueco de la escalera.
-¿Lucerito, la perra?
-No; Lucerito mi prima de Vilanova.
-¡Tu primo es un bárbaro!
-No te creas. En casa hace mucha gracia; además está preparándose para competir de aizkolari en las fiestas del Carmen.
-Pues no quiero imaginarme a tu primo con un hacha.
-Ya. Pero, siendo de Sestao... Es lo que tiene.
-Pues que haya suerte.
-Se hará lo que se pueda. Al fin y al cabo es mi primo.
-Y de Sestao.
-Pues eso

El solfeo


Al señor Jacinto le dicen "el solfeo" porque es amante de la música ligera y no se pierde un estreno en el teatro de La Zarzuela. El señor Jacinto es muy higiénico y se lava todos los días los piés, se atusa el pelo con brillantina y se pone Floid después del afeitado. El señor Jacinto trabajó de cajista en El Correo Español y ganó un año la Flor Natural en el certamen de poesía que convoca la Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja. El señor Jacinto es un cursi, pero él está orgulloso de serlo.

El señor Jacinto vive solo en el primero izquierda (debajo de Patrito de la es que es buen amigo y galenteador). Don Jacinto ha vuelto hoy de Madrid, donde ha estado de putas y ha visto "La del manojo de rosas". Dando giros a su bastoncete, canta por lo bajini: "hace tiempo que vengo al taller y no sé a que vengoooo... Eso es muy alarmanteeee, eso no lo comprendoooo..." El señor Jacinto para en el casino y se toma una copita de Marie Brizar con el meñique estirado. La verdad es que el señor Jacinto da un poco de grima. ¡Vaya usted a saber por qué!

lunes, 3 de febrero de 2014

El pobre

Suena la aldaba y corro a abrir la puerta.
-Ave María Purísima
-Sin pecado concebida. Espere usted un momento que aviso a mi madre.
Mamá está en la cocina limpiando vainas (yo espero que sean sólo para la abuela, que anda mal del estómago). En la radio suena:
"Me he lavado el vestidito,
yo mi blusa me he lavado,
lo he dejado muy blanquito,
muy sedoso me ha quedado.
Porque, porque hemos usado
Norit, el Borreguito."
-¿Quien es?
-El pobre
Entonces era normal tener un pobre fijo, de casa. Tan normal como tener cobrador de El Ocaso.
-Doña Mª Luisa, hoy traigo berros y caracoles. ¿Le interesan?
-No, Ramiro, los caracoles no, pero déjeme usted un manojito de berros.
Mi madre le daba siempre unas monedas y dos huevos. Ropa usada no, porque en casa no había más que mujeres.
-Mamá: ¿qué hay para comer?
-Comida
Mi madre inventó la asertividad. Con esa respuesta quedaba claro que había verduras. A mí las verduras me gustaban lo mismo que el aceite de hígado de bacalao que mi madre nos obligaba a ingerir una vez al día: nada. Con el aceite de hígado de bacalao no había transacción sobre "si lo tomas te doy una peseta". En este caso el asunto era: si no te lo tomas te doy una torta. Y te la daba. Las madres de entonces usaban una pedagogía sensata y eficaz. No como ahora.
-Mamá :¿Cuánto me quieres?
-Mucho
-Pero, ¿cuánto es mucho?
-Muchísimo
-Pero, ¿cuánto es muchísimo?
-Hasta el cielo
-Bueno, vale.
-Pero hoy te comes las vainas como yo me llamo Mª Luisa.
Las madres son tan insobornables como... ¿como quien?

Marisol Centeno

Marisol Centeno es puerca y está rubia. Marisol no es vecina de portal, sino de la casa de al lado. Su dormitorio da, pared con pared, con el mío.
Marisol no se quita la bata de boatiné ni para bajar a la tienda de coloniales de Manolita.
-Ponme ciento cincuenta de migas de atún, que hoy voy a poner tortilla de escabeche.
Marisol le alarga a Manolita un tazón de loza para que le eche las migas con un poco del caldo y, la huevera.
-Quiero media docena de los gordos. El otro día me salieron tres con dos yemas.
Marisol se lleva también media bacalada y medio litro de aceite a granel para el pil-pil y para seguir adornando de lamparones la pechera de la bata.
Marisol saca del bolsillo el monedero y se le cae al suelo la horquilla que lleva siempre para urgarse los oídos. Para Marisol es ése un órgano fundamental que debe mantener libre de cerúmen y cascarrias. Marisol se pasa él día con la oreja pegada al tabique a ver lo que pilla. Con este sistema, ella sola se ocupa de mantener a las dos comunidades enfrentadas. Catorce y dieciseis de la misma calle del Pez son territorios en guerra, como Rusia y EEUU.
-Patrito, la del catorce, esa mosquita muerta, se ha liado con un tío casado de Castro Urdiales.
-¡Virgensantísima! Ésto es el acabose. Yo no sé dónde vamos a llegar, doña Marisol.
Marisol deja a su vecina Domi con la palabra en la boca y se lanza escaleras arriba para hacer su ronda de mezquindad e infundios.
-Mira, Lolilla, que no me puedo entretener, pero quería que lo supieras antes que nadie: Patrito la del catorce casi seguro que está preñada.
Marisol da asco. Un asco del que no participa el estómago, sino el alma.

Doña Patrocinio

Doña Patrocinio, además de en el segundo izquierda, vive instalada en la queja como otros viven instalados en Logroño o en Babia.
Doña Patrocinio, de lo que tiene cualquiera ella siempre tiene más.
-¡Ay, doña Patro, hoy estoy que no hago carrera de mí. Se me ha puesto un dolor aquí, en tal parte, que no me deja ni respirar.
-A tí te daba yo mis males para que vieras lo que es bueno.
Y aquí empieza a enumerar males y éso es el cuento de nunca acabar.
-¡Pues sí que está usted fastidiada, otros con menos están criando malvas!
Doña Patrocinio se saca el pañuelo del seno y se pasa una esquinita por los ojos para secar unas lágrimas inexistentes.
Doña Patrocinio cuando se quita las gafas de culo de vaso se le ven unos ojos desorbitados y miopes, como de loca.
Su hija Patrito es quien hace las faenas de la casa y sufre en silencio las quejas de su mamá.
Patrito nació ya soltera a pesar de tener buen cuerpo y una cabellera espesa y negra que siempre lleva recogida en un moño, por modestia y porque se lava poco el pelo.
-Si te lavas la cabeza teniendo la regla, se te puede cortar y te mueres.
Patrito lleva medias indesmayables, por las varices y bajo la blusa un escapulario de la Virgen del Carmen. Es muy habilidosa y cose ella misma su ropa en la máquina Singer. También teje a ganchillo perritas Marilín que quedan muy bonitas sobre la televisión.
Patrito canta a media voz mientras sacude las alfombras
-"Él llegó en un barco de nombre extranjeroooo..."
Patrito entona con un sentimiento hondo, como ahogada de amor imposible.

Una risa

Hay días
en que busco la risa
como una patria.

Una risa sin ruido
silenciosa
como caen en el cielo
las estrellas fugaces.

Una risa
que perdura en el tiempo
atrapada en la jaula
de los días felices.

Y ella viene
atravesando penas
como una flecha de agua
y esperanza.

Jaquecas

Purita Dupont, vive en el tercero interior y la mayor parte del día se lo pasa en la cama debido a las jaquecas.
Ésto de los dolores de cabeza le viene de familia porque doña Purificación Rufete, su madre, las padeció terribles hasta que el señor se la llevó un día de Reyes a consecuencia de una caída tontísma. Bueno; pues resulta que doña Purificación tenía la mala costumbre de echarse para atrás en la silla, poniendo ésta en equilibrio sobre las patas traseras y una tarde, de visita en casa de su prima Toñi que se pasaba la vida dando cera al suelo, se escurrió hacia atrás y se rompió la crisma.
Estos accidentes debían ser entonces bastante comunes, porque mi madre no paraba de advertirme sobre lo fácil que era matarse.
Como iba diciendo; la pobre Puri sólo salía de la cama para bajar a la farmacia a comprar Piramidón y, cuando cedía la migraña, para poner discos de zarzuela y preparse el almuerzo. Como presumía de padre francés, solía comer lenguado meniere y sopa bullabesa. A mi abuela le gustaba invitarla cuando guisaba caracoles sólo para oírla decir: ¡Ay, doña Presen, ces escargots sont magnifiques!
Puri daba a la escalera un aire parisino, aunque ella lo más cerca que estuvo de Francia fue en un viaje a Lourdes para ver si la Virgen la curaba y, de paso, para comprar una vajilla de Duralex.
A Puri, regresando, la atropelló un expreso en el transbordo de Hendaya por bajarse a comprar sobaos y cruzar las vías sin mirar.
¡Hay que ver qué razón tienen siempre las madres!

Invierno en el parque

Huele a invierno en las copas de los árboles
y el tiempo es manso y largo
como las viejas penas.

El teatro de títeres está desmantelado
y Gorgorito duerme en el fondo de un saco.

Parques vacíos
y en los bolsillos las castañas locas.

Bancos mojados
y veredas alfombradas de hojas.

La estatua de la fuente
derrama un agua lenta
sobre el espejo verde.

No cantan pájaros.

Sólo alguna campana
dice que hoy es domingo.

Invierno desolado.

Domingo de Ramos

-Le tira la sisa
-Esfate quieda, forque afí no fuedo frobarte
La modista hablaba sujetando alfileres entre los labios y a mí me daba mucha grima. Además en mi familia éramos muy aprensivos con esos temas (y con los demás también).
-Una vez a una niña se le clavó una aguja y se le metió en el torrente sanguíneo y desde ahí; ¡zas!, al corazón. Muerta la pobre.
Así que cuando estabas cosiendo y se perdía la aguja, se desataba una búsqueda histérica que no acababa hasta encontrarla. A veces el asunto adquiría tintes tremendos y acababas desnudándote entera.
El Domingo de Ramos era día de estreno y ese año mi madre me había tejido una chaqueta de angorina a juego con el vestido que me estaban haciendo y que me tiraba de la sisa.
Ese día de fiesta solía ser un drama porque a mí me gustaban las palmas rizadas con rosquillas colgando y mi madre me obligaba a llevar una lisa y más alta que mi cabeza. Siempre me quedó esa carencia y quizá eso explique algunos de mis desarreglos alimentarios.
-Mamá este vestido es cursi
-A tí si que te voy a dar yo cursi
(Críptica respuesta materna)
-Yo quiero unos pantalones de campana rojos
-Y un jamón con chorreras
(Otra respuesta críptica y muy común)
Salíamos de la modista y mi madre me compraba un bollos de mantequilla y una chocolatina rellena.
-Vale; pero yo ese vestido no me lo pongo ni aunque me maten.
-No me des ideas hija, no me des ideas.
A veces las madres tienen respuestas inteligentes que se entienden muy bien.