miércoles, 4 de junio de 2014

Abundio

-¡Morena! Tienes los ojos como dos sartenes, que cuando te miro se me fríen los huevos.
Luci se ríe, pero mi madre sale del comedor, desde donde ha oído el “piropo” del fontanero.
-Diga qué se le debe y márchese, en mi casa no admito ese lenguaje. Y tú –señalándome- vete a tu cuarto a hacer los deberes.
El fontanero lleva un mono azul y unas alpargatas de esparto, se llama Abundio y no es tonto, sólo es un hombre echao palante al que le gusta requebrar a las mujeres de forma rústica. Abundio, sin embargo, quiere enmendarse y aplica siempre mal lo que el llama un lenguaje “fino”.
-Le he cambiado el bote “sinfónico”, asín que me tiene que dar usted veinte duros.
Mi madre, arreglada para salir, saca el billete del bolso y se lo tiende con cara de asco.
-Está muy elegante la señora. ¿Va usted de “pasedo”?.
Abundio también dice “bacalado” y “Bilbado”, se peina con brillantina, lleva la raya tirada a cordel y, bajo su bigote fino, luce una sonrisa blanca y perfecta.
Mientras recoge sus herramientas canta de forma afinada y melodiosa:
-“Por ir a tu lado a verte, mi más leal compañera, me hice novio de la muerte, la estreché con lazo fuerte y su amor fue mi bandera”.
Abundio tiene un cuerpo fornido y musculoso e iba para legionario pero lo expulsaron del cuerpo por “piropear” a la señora del comandante Espiroz.
-¿El mismo piropo que le ha dedicado a Luci?
-Peor.
Las familias a veces engendran seres extraños. Seres que, con un poco de lustre y educación harían un buen papel hasta en la aristocracia.
-No sé qué decirle: tánto como en la aristocracia…
-O como Embajador en Guinea Ecuatorial.
-Ahí ya no le digo yo que no.
Abundio al pasar por la puerta le dice a Luci algo al oído.
-¿Qué le ha dicho?
-¡Y yo qué sé! ¿No le acabo de decir que se lo ha dicho al oído?
-¡Toma, claro! Pero como usted es quien escribe la historia, igual sabe lo que le dijo.
-Pues casi seguro que sí. Es lo que tiene ésto de escribir; que una cuenta lo que le da la gana.
-Y se queda usted tan ancha.
-A veces, no. A veces hasta lloro y se me pone el corazón encogido como una ciruela pasa.
-¡Vaya por Dios! ¡Pues será porque usted quiere!
-Pues sí, ahí lleva usted toda la razón.

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