
De Antonia, la criada de don Jacinto el vecino del primero izquierda, dice mi abuela que es una mula parda pero Luci y yo decimos que sí es bruta, pero graciosa. Antonia es, además, refranera, malhablada y buena persona.
Antonia se queja de su cuñada Marisol.
-Mi tío Angelito la colocó el mes pasao en una casa mu güena de Briones y ya la han echao por floja y apamplá.
-Pues, hija, se da unos aires la tía que parece la duquesa de Alba. Aquí, cuando sirvió con tu señorito antes de que tú vinieras, se quejaba siempre de lo cansada que estaba.
-Como dice mi madre: "A la que no está hecha a bragas, las costuras le hacen llagas".
Deben levantarse para ceder el paso a los papás de Vicentín que salen cargados de maletas y con prisas a coger el coche de punto de las cinco, que les llevará a tomar las aguas al balneario de Arnedillo. Don Vicente Mendiguren anda amarillo y con gran pérdida de carnes que pareciera se han ido todas, mal colocadas, al cuerpo de su señora.
-Hay que ver, Luci de mi vida, en lo que se ha quedao este hombre, parece una carcamonía. A ese, el año que viene le están llevando crisantelmos al cementerio y si no, al tiempo.
Por la escalera baja olor a café. Doña Pepa ha prendido la radio y la voz de Elena Francis, leyendo la carta de una atribulada radioyente, se cuela a través de lo visillos.
-“Mi querida y apreciada señora Francis, sospecho que mi marido me es infiel con un hombre y no sé qué hacer, estoy desesperada”.
-Luci, ese tío es lo mismo que mi señorito.
-¿Homosexual?
-No, maricón.
Tratándose de mulas y, a pesar de la rudeza de Antonia, yo prefiero las pardas a las Francis. Son como más de fiar.
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