
Me recuerdo sentada en el váter, leyendo en el TBO los inventos del profesor Franz de Copenhague e imaginando cómo sería esa máquina que conseguiría hacer vino con los zapatos viejos.
Luci entra sin llamar.
-¡Cagona!
Luci, en combinación, se lava los sobacos con “Heno de Pravia” y lo hace cantando el “El bayón de Ana”: “Ahí viene el negro zumbón, bailando alegre el bayón…”. Se contonea, hermosa y joven ante el espejo y, de pronto, sus viejas zapatillas me dan tanta pena que me echo a llorar.
-Luci: cuando sea mayor te voy a comprar unas zapatillas de bailarina.
Luci me limpia el culo con papel del “El elefante” y me da un beso sonoro y apretado, un beso de labios calientes por ser de los que suben directamente del corazón hasta la boca.
-Señora: yo cualquier día me como a esta niña.
-¿Y no podría ser hoy mismo?
Mamá es la reina del sarcasmo, pero ahora no me importa porque en los brazos de Luci me siento a salvo.
-Luci: ¿Por qué cuando te enfadas me dices que me vaya a cagar a la vía?
Luci no contesta y se lanza conmigo en brazos por el pasillo:
-“… Tengo ganas de bailar el nuevo compás, dicen todos cuando me ven pasar: ¿Chica, dónde vas? ¡Me voy a bailar, el bayón!”.
Lucía hizo honor a su nombre y su recuerdo quedó encendido en mí como una estrella fugaz que se descuelga en el cielo de la memoria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario