miércoles, 4 de junio de 2014

Para tí, Lucía

Los periódicos en mi infancia tenían más aprovechamiento que ahora. Ahora, un periódico apenas sirve para informar mal y si embargo entonces, una vez leídos, se cortaban y pinchaban en un gancho en la pared del retrete. El único papel que no se reciclaba para este fin era la hoja parroquial. En las páginas de “El Correo Español/El Pueblo Vasco” se envolvían los bocadillos y las castañas en otoño. Con las del diario “Ya”, al ser de mayor tamaño, se abrigaban el pecho los que andaban en moto.
Me recuerdo sentada en el váter, leyendo en el TBO los inventos del profesor Franz de Copenhague e imaginando cómo sería esa máquina que conseguiría hacer vino con los zapatos viejos.
Luci entra sin llamar.
-¡Cagona!
Luci, en combinación, se lava los sobacos con “Heno de Pravia” y lo hace cantando el “El bayón de Ana”: “Ahí viene el negro zumbón, bailando alegre el bayón…”. Se contonea, hermosa y joven ante el espejo y, de pronto, sus viejas zapatillas me dan tanta pena que me echo a llorar.
-Luci: cuando sea mayor te voy a comprar unas zapatillas de bailarina.
Luci me limpia el culo con papel del “El elefante” y me da un beso sonoro y apretado, un beso de labios calientes por ser de los que suben directamente del corazón hasta la boca.
-Señora: yo cualquier día me como a esta niña.
-¿Y no podría ser hoy mismo?
Mamá es la reina del sarcasmo, pero ahora no me importa porque en los brazos de Luci me siento a salvo.
-Luci: ¿Por qué cuando te enfadas me dices que me vaya a cagar a la vía?
Luci no contesta y se lanza conmigo en brazos por el pasillo:
-“… Tengo ganas de bailar el nuevo compás, dicen todos cuando me ven pasar: ¿Chica, dónde vas? ¡Me voy a bailar, el bayón!”.

Lucía hizo honor a su nombre y su recuerdo quedó encendido en mí como una estrella fugaz que se descuelga en el cielo de la memoria.

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