
No me quiero asomar a este catorce incierto. Ya aprendí que no hay nadie, salvo yo, que me libre del miedo y de la angustia que acompaña el vivir.
Y me quedo pequeña ante lo nuevo, temerosa de abrir una caja de días que deberé llenar de esperanzas posibles, de paciencias, de voluntades que no me acompañan, de nuevos gestos para engañar de lado a la rutina.
Hoy me quedo en mi viejo sillón, viendo pasar las nubes y el cansancio de ser.
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