En mi casa, la mañana de Año Nuevo sigue
pautas estrictas de las que no se libran yernos ni visitantes:
tradicional desayuno con Alka Seltzer y concierto en TV que escuchamos
sólo por acompañar la Marcha Radetzky dando palmas sin equivocarnos
(en mi familia somos así de primarios). Antes veíamos también los
saltos de esquí para ver las caídas, pero este año TVE no retransmite el
evento y las caídas por radio tienen menos gracia.
Después;
traca final gastronómica y etílica con una servidora como celebrante y
familia y amigos queridísimos como pueblo de dios. ¡Que él nos coja
confesados y nos permita sobrevivir al último polvorón pringoso y al
langostino revenido! Amén. Os quiero.
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