A las doce y, a través de Radio Nacional, el
Ángelus paralizaba por unos momentos la actividad de la casa y donde te
pillaba, ahí te quedabas, en actitud recogida:
El Ángel del Señor anunció a María.Y concibió por obra del Espíritu Santo. Dios te salve, María... Santa María...
He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra. Dios te salve, María... Santa María...
Y el Verbo se hizo carne. Y habitó entre nosotros. Dios te salve, María... Santa María...
Ruega por nosotros, santa Madre de Dios. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Cristo.
Oremos: Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el anuncio
del Ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos,
por su pasión y su cruz, a la gloria de la resurrección. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Y volvía el repiqueteo del
almirez y los zurriagazos que le atizaba Luci a la barandilla de la
escalera con un palo al que estaban ceñidas cintas de paño.
A medida
que avanzaba la mañana, el aire se iba llenando de olores
extraordinarios que salían de la cocina. En ella, mi abuela ejercía de
alquimista y de sus manos salían cosas tan ricas que casi daba pena
comérselas.
Cuando yo acudía fiel al reclamo como el seter trás la
perdiz, mi abuela botaba barquitos de pan en la salsa y me los daba en
la boca.
En alguno naufragó mi infancia, pero recuerdo el viaje y sus paisajes.
PD He transcrito el Ángelus entero porque igual consigo indulgencia plenaria.
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