A mí las conjunciones que más me gustan son
las adversativas, porque de adversidades en mi casa sabemos un rato. Sin
embargo de morfemas ando mal porque a mí, de las palabras (y de todo en
general) me gustan las partes gordas y amplias.
La gramática es una ciencia a la que algunos sacan un provecho de
miedo. Por ejemplo, Don Benito Pérez de Navas y González de Setién ha
convertido sus corrientes apellidos en una retahíla con sonido
aristocrático a base de atizarles conjunciones y preposiciones
entremedias.
Don Benito empezó de chupatintas en el Ayuntamiento de
la Villa y Corte escribiendo a mano los diarios de sesiones y acabó
siendo Gobernador de Guadalajara. Allí contrajo matrimonio con una
señorita de la alta sociedad arriacense.
Don Benito es especialista
en letras capitulares góticas y lombardas y también en soplar afinadas
melodías con papel de liar y un peine. Don Benito, al haber ascendido de
tan abajo en la escala social, a veces pierde el norte y comete
torpezas imperdonables a los ojos de doña Milagros, su señora.
El matrimonio nos recibe en el salón de su casa. Una estancia
recargada y ostentosa presidida por un retrato de la madre de doña
Milagros, que hoy no asiste a la reunión por hallarse indispuesta.
Los pesados cortinajes de terciopelo apenas dejan entrar la luz de la
tarde, calurosa y deslumbrante en la calle. Un gato gordo y con un ojo
de cada color, dormita entre cojines de petit point y la señora de la
casa se da aire con un abanico de varillas de nácar y una maja pintada
en el país. La criada, con cofia y guantes, nos sirve té helado con unas
pastas gomosas y revenidas.
-Deben ustedes disculpar a mamá. Qué
más hubiera querido ella que recibirlas, pero un problema en las vías
urinarias la tiene postrada en la cama. Debió coger frío ayer sentada en
los bancos del paseo. Las tardes refrescan mucho.
Don Benito apoya la intervención de su esposa y, atusándose las guías del bigote exclama:
-Ya lo decía mi madre, que en gloria esté: “Ni en invierno ni en verano, pongas piedra bajo el ano”.
Doña Mercedes deja en suspenso el gesto de llevarse la taza a la boca y descarga sobre su marido una mirada turbia y asesina.
Don Benito tiene la costumbre de reír sus propias gracias y se
desternilla atizándose palmadas en los muslos, que suenan como un “arre
borrico” dirigido a sí mismo.
Cuando bajamos la escalera, mamá tampoco puede contener la risa.
-De qué te ríes.
-De que menos mal que ha rimado, hija, y ha dicho ano.
La gramática es como la sal… ¡Cambia tanto las cosas según cómo la uses!
No hay comentarios:
Publicar un comentario