A doña
Escolástica García Pérez de Araciel y Rada, vecina de El Ferrol, le
dicen “Tica”. Su abuelo acompañó al coronel Oscáriz en sus expediciones
contra los Igorrotes, en las Islas Filipinas.
Tica, a pesar de sus
rimbombantes apellidos, es una señora despistada, cercana y cariñosa y
su distracción favorita es meterse en la cocina con mi abuela para
aprender recetas que jamás pondrá en práctica.
-Tica:
aprovechando que me los trajo ayer mi hijo Miguel, hoy te voy a enseñar a
cocinar cangrejos, una receta sencilla que no lleva más que la salsa de
tomate, que ha de ser natural y con los apaños muy medidos. Los tomates
han de estar muy maduros. Los lavas y los pones en la cazuela cortados
en trozos con cebolla picada muy fina, ajo y sal. La salsa debe hacerse
muy despacio. Después se pasa por el chino y se le añade aceite,
pimentón y guindilla, dejándolo cocer otro poco.
-Ahora vamos a
capar los cangrejos antes de echarlos a la salsa. Mira Tica: los agarras
con la mano izquierda por los costados para que no te pellizquen con
las pinzas, levantas la aleta central del final de la cola y tiras. Así
sale esta espacie de tripa negra y se mueren. Seguidamente los echas en
la salsa y cuando se pongan rojos apagas el fuego.
Los cangrejos recién capados colean desesperados en el fregadero.
-¡Filla mia, eu mórrome antes de tocar eses bichos!
Tica, mientras mi abuela cocina se ha pegado dos lingotazos de
zurracapote que le han puesto las mejillas coloradas y los ojos
brillantes.
Yo, a pesar del almuerzo de media mañana, echo barcos de pan en la salsa de tomate.
-Presen: ¿Esta neta túa non terá a solitaria? Porque a nena come como unha lima.
Tica me ha traído una caja forrada por fuera de conchas y caracolas
y una botellita pequeña con arena de la playa de Valdoviño.
Luci está de mal humor porque siente que han ocupado su territorio en la cocina.
-A esta señora no se le entiende nada y, encima, todo lo acaba en
iña: Luciña me llama, como si fuera yo portuguesa del Brasil.
-¿Y mamá dónde está?
-Tu madre se ha marchado al Congo por no aguantarte.
Luci sale por la puerta, se vuelve y me saca la lengua mientras va canturreando por el pasillo:
“Qué pasa en el Congo, qué pasa en el Congo, que al blanco que pillan, que al blanco que pillan lo hacen mondongo”.
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