Luci y Antonia comen pipas sentadas en los
escalones de piedra a la entrada del portal (haciendo poco caso del
refrán). La calle está desierta a esta hora de la siesta y un vaho
caliente flota en el aire quieto. Los balcones
de doña Pepa son un vergel y las surfinias rojas y moradas se alternan
con las plantas de olor, los pendientes de la reina y los rosales de
pitiminí. Los periquitos Colorín y Colorina picotean contentos la
lechuga en su jaula y la perrita Marilín, duerme tendida sobre las
frescas baldosas del comedor.
De Antonia, la criada de don Jacinto
el vecino del primero izquierda, dice mi abuela que es una mula parda
pero Luci y yo decimos que sí es bruta, pero graciosa. Antonia es,
además, refranera, malhablada y buena persona.
Antonia se queja de su cuñada Marisol.
-Mi tío Angelito la colocó el mes pasao en una casa mu güena de Briones y ya la han echao por floja y apamplá.
-Pues, hija, se da unos aires la tía que parece la duquesa de Alba.
Aquí, cuando sirvió con tu señorito antes de que tú vinieras, se quejaba
siempre de lo cansada que estaba.
-Como dice mi madre: "A la que no está hecha a bragas, las costuras le hacen llagas".
Deben levantarse para ceder el paso a los papás de Vicentín que salen
cargados de maletas y con prisas a coger el coche de punto de las cinco,
que les llevará a tomar las aguas al balneario de Arnedillo. Don
Vicente Mendiguren anda amarillo y con gran pérdida de carnes que
pareciera se han ido todas, mal colocadas, al cuerpo de su señora.
-Hay que ver, Luci de mi vida, en lo que se ha quedao este hombre,
parece una carcamonía. A ese, el año que viene le están llevando
crisantelmos al cementerio y si no, al tiempo.
Por la escalera baja
olor a café. Doña Pepa ha prendido la radio y la voz de Elena Francis,
leyendo la carta de una atribulada radioyente, se cuela a través de lo
visillos.
-“Mi querida y apreciada señora Francis, sospecho que mi
marido me es infiel con un hombre y no sé qué hacer, estoy desesperada”.
-Luci, ese tío es lo mismo que mi señorito.
-¿Homosexual?
-No, maricón.
Tratándose de mulas y, a pesar de la rudeza de Antonia, yo prefiero las pardas a las Francis. Son como más de fiar.
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