Aquí tenemos de nuevo a Vicentín, sus
cualidades han crecido con el paso del tiempo y ahora tiene como únicas
rivales en brutalidad y pesadez a las mulas.
Sentado en el bonito secreter de doña Gracita, se dedica a rizar las
puntas de las hojas de la Enciclopedia Álvarez hasta convertirla en lo
más parecido a una escarola. Su mamá le toma la lección.
-Vamos a ver Vicentín, hijo, si me dices el futuro imperfecto del verbo ser.
-Yo seriese, tú serieses, él seriese…
Don Vicente alza la vista del periódico y mira a su hijo con cara de conmiseración.
-Si hijo, di que sí, tú que lo que vas a ser es más tonto que un cerrojo si Dios no lo remedia.
Sin embargo, Vicentín es muy hábil a la hora de retener e inventar
jotas y canciones. Ahora su madre anda preocupada porque al chaval se le
ha metido en la cabeza participar en el concurso de joteros: “La
Oportunidad”, que convoca Radio Rioja.
-Mamá: mira que estrofa tan bien traída.
Vicentín se coloca en jarras y su madre le alisa el flequillo con saliva.
“Asómate a la ventana,
cara de melón podrido,
que según tienes la cara,
similar tendrás el higo.”
-¡Dios de mi vida! Vicentín, hijo, eso no lo puedes cantar en la radio ni en broma.
-Espera, que la estrofa final es la mejor:
“Chulita, más que chulita,
Por muy chulita que seas,
no dejarán de mojarse
tus pelillos cuando meas”.
Don Vicente cierra los ojos y se persigna. Doña Gracita se acerca a la
nariz el frasco de las sales y Manolita, la doncella, se lleva a
Vicentín a la cocina y le atiza dos sonoros besos en los rollizos papos.
-No hagas caso hijo, tú llegarás lejos. ¡Que letras más bonitas y qué sentimiento!
Al final hubo suerte y Vicentín no pudo asistir al concurso de radio
porque se achicharró la cara y el pelo con el juego de química
“Cheminova” que le habían traído los reyes y para el que se daba mañas
de nigromante mezclándolo todo con pólvora de cartuchos de caza.
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